De esta cultura del silencio impuesto es de lo que va Cancelado, el último hijo literario de Carmen Domingo. “Hoy en día existe una policía del pensamiento que emana de una parte de la sociedad, el movimiento woke, que son jóvenes que presumen de una alta conciencia social y que con hiperconexión a las redes sociales rechazan el diálogo e imponen la cancelación de la persona o personas que no siguen sus modos de ver la vida”.
Es lo que la periodista resume como “el nacimiento de un nuevo sistema de opresión en el que las demandas sociales se han visto cambiadas por las exigencias individuales y donde decir la verdad es delito de odio”. Dicha imposición es más que palpable con el movimiento feminista “por oponerse a leyes que apuntalan el género, en lugar de abolirlo”.
Un amordazamiento que para la escritora habla muy mal de la sociedad a la que hemos llegado. “Cuestionarse el derecho a opinar en pleno siglo XXI y asumir que una parte de la población se crea con derecho de callar otra es un peligro. El diálogo, incluso entre posiciones opuestas, es la base de cualquier convivencia democrática, algo que parece olvidarse en un entorno social y cultural en el que abundan las verdades absolutas”.
En realidad, más que mi derecho de réplica, es mi apuesta porque la gente conozca todo lo que está pasando. Para que se dé cuenta de que, desde una democracia también puede ejercerse censura y está alerta a todo lo que ocurre a su alrededor y, sobre todo, a quién y a cómo se lo cuentan. ¿Sabes? Cada vez que doy alguno de los ejemplos del libro la gente, en general, se piensa que es imposible. Así que es mi forma de abrir los ojos a mí alrededor.
Pues la verdad es que no. Nos creíamos que tras la Segunda Guerra Mundial habíamos aprendido y conseguido que no se repitieran ciertas conductas. Pues parece que no y que estas han vuelto a nosotros. La censura es una de ellas.
La idea es, más bien, que solo queden para hablar los que ellos quieren, y que hablen solo de lo que a ellos les parece bien. Lo que debemos es intentar que sus intentos de aislamiento les jueguen en contra. Porque, en mi caso al menos, me niego a callarme.
Lo de la defensa de la víctima es algo que, a mí, que soy catalana, me suena tan familiar que por momentos me da miedo que se enquiste. De hecho, si te fijas, es el juego al que se agarró Isabel Díaz Ayuso. ¿Cómo ibas a culparla de lo que había hecho su hermano, cuando Casado estaba metiéndose con ella? ¿Cómo acusar al estado de Israel, hagan lo que hagan con los palestinos, con lo que les han hecho en la Segunda Guerra Mundial? Y así todo.
Tenemos a la ministra Irene Montero y su ley del Sí es Sí con miles de violadores y maltratadores en la calle o con menos pena de la que les corresponde. Que ella asuma errores ya me parecería de nota.
Bueno, la verdad es que no sé bien si debería haber un castigo, más que el propio del rechazo social. Quien no acepta dialogar, quien no acepta la discrepancia, quien defiende el pensamiento único para mí tiene poco de demócrata. Yo lo mandaría a una biblioteca con un buen número de libros de referencia para leer.
Lo de la apropiación cultural es otro engaño. Y, si quieres que te sea sincera, ni a mí misma se me había pasado por la cabeza que iba a pasar en pleno siglo XXI. Justo cuando estamos acostumbradas a leer, a ver, a observar, precisamente gracias a la globalización en la que estamos inmersos, de pronto alguien levanta la mano y dice: ¡Rosalía no puede hacer no sé qué porque es española no latina! o fulanita no puede hacer este papel en una película porque no es gallega… Se está rompiendo la creatividad, se está castrando la imaginación…
Te diría que ha aprendido directamente de la derecha, porque las técnicas de control crítica y cancelación son las mismas. Con la salvedad de que lo hacen desde una “supuesta” superioridad moral, que aún nos duele más a las que de verdad somos de izquierda.
Pues a la Edad Media. Volveremos a las religiones, al oscurantismo, desde el momento en que el sentimiento se impone frente a la razón nos quedamos sin posibilidad de debatir. ¿Cómo luchar? ¿Cómo hablar? ¿Cómo razonar con quien cree que es más importante sentirse algo que serlo? Y, sobre todo, ¿cómo defenderse de eso si se legisla desde las instituciones del Estado?
Desde luego, y gracias que nos mantenemos ahí. A pesar de la factura que nos está pasando, a pesar de las críticas que estamos recibiendo, alguien tiene que decir que el rey está desnudo y que, con el paso del tiempo, sea esa la realidad que se mantenga.
Cancelar no es criticar a las feministas que votarán nulo es, más bien, no respetar las reglas del juego democrático que nos permite decidir lo que queramos hacer en las urnas.
¡Buah! ¡Miedo me da pensar en el tiempo! Hay días que creo que tardaremos dos legislaturas. Otros que pienso que más años de los que me gustaría.
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