La mayoría de los abusos sexuales se produjeron de forma reiterada (69%) y, además de ser abusadas, las víctimas tuvieron que soportar violencia física o intimidación en el 53,6% de los casos. Resulta especialmente duro tratándose de menores de edad detallar que estos abusos consistieron fundamentalmente en tocamientos obscenos hacia la víctima o hacia el agresor, más allá del abuso con penetración.
Esta es una realidad que pasa a menudo desapercibida porque las víctimas tienen gran dificultad para demostrar el abuso dado que, en el 80,2% de los casos atendidos por ANAR, no dejaron señales físicas, marcas o heridas. Y eso hace que el entorno reaccione con incredulidad, negándolos hechos (en el 37,8% de los casos), justificando o encubriendo al agresor (en un 31,1%); reaccionando escasamente (23,9%) o incluso culpando a la víctima (en un 7,2%).
Por todo ello, del 43,3% de los casos que mostró intención de denunciar, solo formalizaron denuncia el 10,6%. Y el 18,2% de los mismos se archivó judicialmente por falta de pruebas.
Todos los parámetros han empeorado a lo largo de la última década: aumenta el tiempo de padecimiento, la frecuencia de las agresiones, la gravedad y la urgencia se mantienen en las cotas más altas.
Y el fenómeno, lejos de atenuarse, se incrementa: la tasa de crecimiento de los casos fue de un 300,4% en la última década y el incremento anual se ha disparado en los últimos cinco años al 20,5%. Además, aquellos abusos que pertenecen a la categoría de violencia de género porque fueron cometidos por parejas o exparejas de la víctima han pasado de representar el 3,3% del total de los casos en 2008 al 6,3% en 2018.
Pese a la angustia que provoca conocer estos datos, es necesario saber que existe el abuso sexual para poder proteger a nuestras hijas, hermanas, vecinas, sobrinas. Por eso es importante conocer que la mayoría de los abusos a menores de edad los cometen hombres cercanos al entorno de la víctima, que tienen fácil acceso a ellas.
De ahí que la comunicación familiar sea la mejor forma de prevención. Pero además existen algunos factores de protección:
Las mujeres, desde que nacemos, estamos sometidas al riesgo de sufrir abuso, discriminación, explotación y cualquier otra clase de violencia ejercida contra nosotras por el solo hecho de ser mujeres. No bajemos la guardia sobre todo con las niñas y adolescentes que tienen menos posibilidad de defenderse. Es bueno recordarlo en torno a la conmemoración del 8-M, pero hay que estar alerta todos los días del año.
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