En mi columna anterior planteaba una solución drástica ante la insoportable cadena de asesinatos de mujeres que se habían producido en una semana. Pero luego he pensado que quemar el Ministerio de Igualdad era una operación baldía, pues el tema en realidad es que no tenemos Ministerio de Igualdad que quemar.
Sí, se ha nombrado una ministra, Ana Redondo; una nueva secretaria de Estado, Aina Calvo, y también una Delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Carmen Martínez Perza, tres perfectas desconocidas en el movimiento feminista a las que solo deben conocer en sus casas y cercanías. Sin cuestionar en absoluto su formación (las tres proceden del mundo del Derecho), ninguna de ellas tiene o ha tenido ningún papel relevante en la lucha contra la violencia de género, al menos que haya trascendido más allá de sus círculos territoriales más próximos.
Las feministas no las conocíamos, ni han tenido participación en alguna acción relevante relacionada ya no solo con la violencia de género, sino con otros temas que preocupan a las mujeres de este país. Cierto que no esperábamos tirar cohetes con los nombramientos, pero al menos pensábamos que en el Partido Socialista habían aprendido la lección de la desbandada de voto femenino en las elecciones de julio de 2023. Pero no.
El Ministerio de Igualdad, un Cabaret de Drags Queens
Como siempre, nuestras esperanzas se ven frustradas por un Gobierno que nos desprecia y ningunea, que hace caso omiso a nuestras reivindicaciones. No solo eso, sino que parece que se ríe en nuestra cara al autodefinirse como feminista. Tras el largo triunvirato formado por Irene Montero, Ángela Rodríguez “Pam” y Victoria Rosell, que convirtieron el Ministerio de Igualdad en un Cabaret de Drags Queens, nos merecíamos algo más que tres mujeres con al parecer largas carreras en el mundo jurídico, pero de las que nos tememos no tienen ni idea de lo que significa la Agenda Feminista.
Y ya es cansado repetirlo, pero tenemos muy graves problemas que afrontar: la abolición del sistema prostitucional; el control de la pornografía; la desactivación del cada vez más creciente mercado de vientres de alquiler; la diferenciación entre los problemas englobados bajo el acrónimo LGTBIQ+ y los de las mujeres, cosas que el triunvirato anterior confundió hasta el paroxismo y que cada vez más instituciones tienden a equiparar.
Hay que decirlo alto y claro: en el colectivo abecedario conviven múltiples problemáticas que no tienen nada que ver entre sí. Si hay que resolver esos problemas, no se puede hacer utilizando el presupuesto del Ministerio de Igualdad, de las Consejerías Autonómicas, de los Observatorios y de todas las instituciones cuyos fines deberían ser atajar los problemas que aquejan a las mujeres.
Sexo y género
Pero claro, para eso hace falta saber quienes somos las mujeres, y no diluir los problemas que surgen de la pertenencia a un sexo en un mar de identidades de género a gusto de cada cual. Señoras del Ministerio: esperamos de ustedes que sepan diferenciar que una cosa es el sexo, origen de la desigualdad entre hombres y mujeres, y otra cosa es el género, que es una construcción interesada que impone actitudes, valores o roles a las personas según el sexo con el que nacieron. Que sepan entender que lo que hay que promover es que la sociedad abandone los corsés impuestos y no que las personas, y mucho menos los menores, tengan que embutirse en ellos –al coste que sea, a veces muy alto y de por vida– para adaptarse a la sociedad.
Entender esto es fundamental. No debería ser tan difícil para Ana Redondo, Aina Calvo y Carmen Martínez Perza, que provienen del mundo jurídico. Los derechos de las mujeres no se negocian y no deben confundirse con otros derechos que deben ser promovidos por otros Ministerios e instancias gubernamentales. Al César lo que es del César…y no acabo la frase porque soy atea y doy por supuesto que las tres Altas Cargas mencionadas la saben terminar.