Mientras Teherán públicamente, rechaza la propuesta, en privado intenta aumentar la cuantía de 7.000 millones de petrodólares que tiene bloqueados en los bancos surcoreanos, y su liberación forma parte del plan Biden. En febrero pasado, y en medio de la sublevación de los iraníes contra la teocracia de extrema derecha chiita, el presidente de EEUU, en un intento de echarle una mano, mandó a la Cámara de Comercio de Irak-Irán en Bagdad liberar 500 millones (de los 10.000 millones) de dólares de fondos iraníes congelados por órdenes Washington. Biden también podrá utilizar el Acuerdo de Libre Comercio entre Irán y la Liga Árabe para levantar, discretamente, las sanciones sobre la nación iraní, el único perjudicado de estos castigos, y también el único que no se beneficiará de semejantes tejemanejes.
La idea de EEUU, -que hasta ahora ha combinado las sanciones económicas con el aislamiento diplomático, acciones de sabotaje, maniobras militares y amenazas de un ataque-, contra Irán, es que tal iniciativa conduzca a la firma de un acuerdo completo y duradero como el del 2015, algo que no va a ocurrir, y lo dijimos.
A tener en cuenta que
– La desconfianza insalvable entre la TCI y EEUU, y los continuos ataques de Israel a las fuerzas islamistas en Siria e Irak. Que el núcleo duro del poder de Teherán utilizara el ejemplo de Ucrania, -que “si hubiera mantenido sus armas nucleares, Rusia no le habría invadido”-, e insistiera en voz alta en el poder disuasorio de dichas armas, ya está persuadiendo a sus enemigos en exterior.
– La guerra de Ucrania, por haber dividido a los miembros del Consejo de Seguridad e la ONU, que firmaron el pacto del 2015.
– Israel, adicto a la política de “tierra quemada”, promotor del desmantelamiento de los poderosos Estados de Irak, Libia y Siria, se opone a cualquier acuerdo con Irán, aunque en este caso puede haber el riesgo de una Destrucción Mutua Asegurada (MAD).
– La presión de los halcones de EEUU, Israel e Irán en impedir cualquier acercamiento con el otro. En EEUU, los acuerdos con Teherán, por “parcial” que sean, deben pasar por el Congreso y el Senado, conforme a la Ley de Revisión del Acuerdo Nuclear de Irán, y es obvio que de allí no saldrán.
– Si el objetivo de EEUU es que Israel mantenga el monopolio de poseer estas armas de destrucción masiva, el de TCI es compartir este estatus
– Los intentos de la TCI para establecer un equilibro de terror son en vano: en el “mejor” de los casos, la teocracia islámica podrá fabricar una bomba, mientras el Estado judío ya posee hasta 400 ojivas.
– Las pérdidas de la TCI en la región (Irak, Siria y el Líbano) le empujan a proseguir con más convicción el programa nuclear, cuyo principal objetivo es proteger a la propia oligarquía militar-clerical, a toda costa. Sin embargo, un sistema político, con muy armado que esté, también pude desaparecer debido a las dinámicas internas: salvando muy mucho las distancias, la Unión Soviética se desmoronó por los errores, la corrupción y la traición de sus propios dirigentes que no por una guerra bélica con el imperialismo estadounidense. O que la dictadura de Pahlavi, que ostentaba el título del Gendarme del Golfo Pérsico, y contaba con mejores relaciones con las potencias mundiales, fue derrocada por la putrefacción inherente a su existencia.
La No Proliferación Nuclear ha fracasado: en 2020, nueve Estados destinaron 72.000 millones de dólares a sus proyectos nucleares, y EEUU mandó fabricar minibombas nucleares, para una “guerra limitada” ante el silencio del mundo. Irán es, al menos, ya un “estado umbral nuclear”, que cuenta con la tecnología para construir estas malditas armas, como lo son Canadá, Alemania o España entre otros.
Ahora, ninguna de las partes del conflicto puede continuar la actual situación, por lo que están evaluando los costes y los beneficios de algo parecido al apocalipsis.
Obviamente, el pueblo iraní no quiere instalaciones nucleares en su territorio, y no solo porque no necesita esta energía, siendo la primera reserva mundial del gas y la cuarta del petróleo del mundo, sino también porque es uno de los países más propensos a los terremotos en el mundo, debido a su ubicación sobre las placas tectónicas que unen Arabia con India y Eurasia. Y si países tan avanzados y preparados como la URSS (Chernóbil, 1986) o Japón (Fukushima I, 2011), imagínense la temeridad de un régimen que mide el valor de sus “científicos” por su lealtad al Caudillo Jamenei y la cantidad de versículos coránicos que n memorizados.
Oriente Próximo, atrapado en la telaraña de la santa alianza entre el imperialismo y la extremaderecha religiosa (judía, sunnita y chiíta), se precipita sin freno hacia la deriva.
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