Protestan contra el cierre de la planta nuclear de Doel (Bélgica). Photo: Jonas D'hollander/BELGA/dpa

“La energía nuclear emite poco dióxido de carbono pero Europa no la reconoce ‘energía verde’ por los lobbies ecologistas francoalemanes”

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Tras un año de la guerra en Ucrania, el conflicto sigue enquistado y en su repercusión mundial encontramos algunos puntos de análisis en los que merece la pena detenerse. Segunda parte de la entrevista que mantuvimos con el ingeniero-geólogo Jean-Charles Caltero, estudioso de la gestión y explotación de los recursos naturales en la que destacaba que «para entender las guerras hay que conocer el poder de las energías».

Hemos visto a grandes potencias enfrentarse a una situación de fragilidad energética sin precedentes.  ¿Cómo se explica el caso de Alemania o Francia?

Alemania depende del gas ruso para compensar la falta de productividad de sus aerogeneradores. Esta puede ser la principal causa de la actual guerra en Ucrania.

Dicho así parece…

No, espere. Verá, la energía nuclear civil ha sido muy denostada desde los años 80, tras la catástrofe de Chernóbil, por la presión de los partidos ecologistas, lo que llevó al cierre de todas las centrales en Alemania y a la paralización del desarrollo de nuevas centrales en Francia, que tiene un 60% de energía nuclear. Actualmente, casi la mitad de las centrales francesas están paradas, lo que coloca a Francia también en una situación de fragilidad energética.

¿Insinúa usted que hay que volver a las centrales nucleares en plena lucha por el medioambiente?

Desde el punto de vista medioambiental, a diferencia de otros combustibles fósiles, la energía nuclear emite muy poco dióxido de carbono a la atmósfera. Sin embargo, Europa no la reconoce como «energía verde» debido a los lobbies ecologistas francoalemanes. Alemania, que ha renunciado a la energía nuclear, ve con malos ojos que las centrales francesas produzcan electricidad barata. Por otra parte, también es regulable y, por tanto, puede adaptarse a la demanda.

Nunca se ha cuestionado el poder nuclear militar, al contrario. Muchos países están tratando de adquirir armas nucleares. Tampoco se menciona la noción de la huella de carbono de estas armas, uno se pregunta por qué.

Al parecer usted sí encuentra respuesta…

Bueno… yo analizo lo que es científicamente y emito algunas conclusiones.

¿Y qué relación encuentra entre la energía y la guerra?

Le voy a dar algunos ejemplos: La energía cinética de una flecha o una bala de unos pocos gramos es suficiente para hacer un agujero en la piel de un hombre. La energía cinética de una bola de unos pocos kilogramos es suficiente para perforar el casco de un barco o derribar un muro. Los proyectiles modernos tienen energía química (TNT) o nuclear. Una bomba tradicional de unos cientos de kilos derribará un edificio, y una bomba atómica arrasará una ciudad, como ya hicieron los estadounidenses en Nagasaki e Hiroshima en 1945.

Hay muchos ejemplos de guerras por la energía: Hitler tenía que tomar Stalingrado para acceder a los campos petrolíferos de Bakú, en el Cáucaso. La consecuencia de su derrota fue que el carburante hizo mucha falta al Tercer Reich, al final de la guerra, en particular durante su ultima ofensiva en las Ardenas de Bélgica. Allí se decidió el destino de la guerra. Desde la crisis de 1976, cuando los precios del petróleo se dispararon, ha habido muchos ejemplos.

Y más reciente tenemos la guerra Irán-Iraq (1980-1988), dos grandes productores de hidrocarburos. Además de la rivalidad entre suníes y chiíes, lo que estaba en juego era el acceso al Golfo Pérsico y el control de las rutas marítimas de los petroleros. Kuwait pidió ayuda a Rusia para proteger sus barcos y los estadounidenses intervinieron directamente en el conflicto.

El ingeniero-geólogo Jean-Charles Caltero.

Otro caso es la Guerra del Golfo por el control de Kuwait (1992), o la segunda por el control de los campos petrolíferos iraquíes (2003). Cabe señalar que Dick Cheney, director general de Halliburton, (la principal empresa de servicios petrolíferos del mundo), entró en la Casa Blanca en 1975 y se convirtió en vicepresidente de Estados Unidos en 2000, tenía el control de ambos casos. Por cierto, él fue el creador de la fábula de las armas de destrucción masiva que inició la guerra del Golfo de 2003.

En términos más generales, las guerras en Oriente Medio son por el petróleo: Israel guarda celosamente sus campos en la costa mediterránea; Siria y sus yacimientos en la frontera iraquí, que permitieron al Dáesh desarrollarse; Egipto y el gas de la costa del Sinaí y sus yacimientos en el golfo de Suez. También existe un conflicto latente con Sudán por el control del agua del Nilo, los alimentos y los embalses. Tensiones entre Turquía y Chipre por el gas del Mediterráneo y la intervención en Libia por parte de Occidente en 2011, que es la causante de la guerra civil, continúa. Parece evidente ¿no?

Por ello, no le extraña que la actual guerra entre Rusia y Ucrania tenga los mismos intereses en juego: el control de los hidrocarburos y, en particular, del gas.

Esto se ve mejor en cifras: la Unión Europea consumió 400 millardos de m³, de los que 155 se importaron de Rusia (es decir, 5,4 TCF (Trillion Cubic Feet) en 2021, lo que representó cerca del 40% del consumo europeo. Según Eurostat, el 48,4% de las importaciones de gas de la Unión Europea proceden de Rusia, lo que la convierte en el primer proveedor de la UE, muy por delante de Noruega, que representa el 18% de las necesidades, y Argelia, cuya cuota es del 13,2%. Estados Unidos aporta menos del 6%, mientras que la cuota de Qatar ronda el 4,4%.

Algunos países son más dependientes que otros: el 55% para Alemania (que iba a aumentar al 75% con la apertura de North Stream 2), el 80% para los países bálticos, el 50% para Italia, el 20% para Francia y el 10% para España. Este gas se suministraba principalmente a través de 3 gasoductos (North Stream 1 a través del mar Báltico, Yamal a través de Bielorrusia y Brotherhood a través de Ucrania). Gasprom construyó North Stream 2 para duplicar North Stream 1, es decir, para suministrar 55 millardos de m³  adicionales a Europa. Está terminado desde septiembre de 2021, pero no se ha certificado su puesta en servicio.

Según declaraciones del presidente Joe Biden en febrero de 2022: «Si Rusia invade Ucrania, no habrá más Nord Stream 2. Acabaremos con ella«, declaró el presidente estadounidense. 

De hecho, por si fuera poco, North Stream 1 y 2 fueron destruidos por 3 explosiones el 26 de septiembre de 2022.

Al parecer, según un artículo publicado el 10 de febrero de 2013 por Seymour Hersh, reportero estadounidense, los buzos de la OTAN colocaron cargas explosivas C4 durante unas maniobras en el mar Báltico en junio (Baltops22) que fueron activadas por una boya sonar lanzada por un avión noruego.

Dado que Noruega es por casualidad el mayor productor de gas de Europa, ¿habría tenido interés? Resulta divertido comprobar que la prensa estadounidense y europea siempre ha planteado la hipótesis de que los propios rusos habrían llevado a cabo la operación de dinamitar sus propias instalaciones cuando lo único que tenían que hacer era cerrar los grifos. La desinformación no tiene límites.

Sin embargo, parece que estos últimos días la responsabilidad de los USA se impone poco a poco en los medios de comunicación occidentales. Además, no es la primera vez, ya que un gasoducto entre Siberia y Polonia explotó en 1982 tras un sabotaje de la CIA en 1982 (véase el Washington Post del 27 de febrero de 2004).

La importancia de los gasoductos de North Stream fue presentado a periodistas de Crónica Libre el 12 de Agosto 2022, poco tiempo antes de su destrucción.  Nos deja usted, señor Caltero, con mucho por investigar. Y a puertas de un áspero tema como es el “terrorismo de Estados”.

Patricia Espinar

Directora Adjunta y Socia Fundadora de Crónica Libre. Periodista de investigación. Académica de la Televisión. Guionista, Creadora de Formatos de TV. Directora de Grabación y Coordinadora de Invitados.