Miguel Córdoba, afectado por silicosis, posa con su voluminoso expediente médico y judicial que ha reunido en la última década.

«La gente tiene que saber si quiere una encimera en su cocina que nos mata por la silicosis»

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Quiero que dejen de fabricar ese veneno”. Miguel Córdoba se refiere al Silestone y otros aglomerados de cuarzo. Él fue diagnosticado de silicosis hace diez años, uno de los primeros casos en la provincia de Córdoba. Trabajaba de marmolista con piedra artificial, sobre todo Silestone. Francisco Aragón también tiene la enfermedad y dos de sus hermanos, uno de ellos está en silla de ruedas por una miopatía derivada del sílice que inhaló. Crónica Libre conversa con ellos de su día a día, de la sentencia que condenó a Cosentino y cómo ahora se empieza a hablar de una realidad silenciada durante décadas y que les está matando.

A Miguel Córdoba le llegó el diagnóstico cuando tenía 31 años, su hija mayor acababa de cumplir tres meses. Entonces se sabía poco de la silicosis y se ocultaba mucho. Con la sentencia de Vigo, del 30 de enero de este año, y la asunción de culpa en un delito contra la salud de los trabajadores del principal fabricante español, Cosentino, se han abierto las exclusas informativas.

A Francisco Aragón con 27 años le dijeron que tenía la enfermedad de origen laboral que era la causa de su fatiga. Fue el primero de la familia que dio el paso e incitó a los demás a que se hicieran las pruebas. Hoy dos de sus hermanos tienen los silicosis en grado B y uno de ellos ha desarrollado una miopatía (enfermedad autoinmune relacionada con la silicosis) que la ha atacado los músculos y lo ha dejado en silla de ruedas.

Su primo, Ismael Aragón, gran activista por el reconocimiento de la enfermedad y los derechos de los afectados, presidente de la Asociación ANAES y compañero de todo la vida de Francisco, también tiene silicosis complicada. Y un primo de este murió durante el trasplante de pulmones al que estaba siendo sometido. Así que en la familia Aragón la enfermedad se conoce bien.

Desde hace unas semanas se habla mucho de peligro, negligencias y millonarias facturaciones y dinero preparado por la multinacional, que ha retrasado su salida a bolsa, para afrontar nuevas demandas. Pero ¿qué es la silicosis y cómo se vive con una enfermedad incapacitante y con fatal pronóstico? En Crónica Libre hablamos con estos dos enfermos que llevan años luchando contra la enfermedad y por su reconocimiento.

A medio pulmón

Para Miguel Córdoba es difícil andar una distancia que es “poco más que cruzar el salón”. Era la que tenía que atravesar para acudir desde su casa, en Montemayor (Córdoba) hasta el Salón del Artista y llegaba ahogado. Allí trabajaba los fines de semana poniendo bebidas a los camareros. “Yo servir no podía, me ahogo”.

Hace seis años, su capacidad pulmonar era del 48 por ciento y ya le habían hecho las pruebas para un trasplante pulmonar. Hoy, no quiere oír hablar de cuánto aire son capaces de coger sus pulmones. Quiere saber lo justo. “Sí noto que este último año he dado un bajón tremendo. Me fatigo mucho más, subir unos escalones me cuesta mucho”, explica.

Sabe que para su enfermedad, silicosis complicada en grado C, no hay tratamiento. Tampoco hay opción de trasplante. “Los neumólogos me dijo de diez trasplantes que han hecho a personas con silicosis ocho murieron y dos ahí, ahí… Yo lo tengo muy claro que no me trasplanto aunque sea la única salida”.

Los médicos saben que un trasplante de pulmones llenas de granulomas creados por inhalar polvo de sílice, producido en la fabricación o manipulación de aglomerado de cuarzo, tiene mal pronóstico. “Los conductos se hacen arena y no podemos unirlos”, cuenta Miguel Córdoba que le explican los especialistas.

Jóvenes pero no aptos para trabajo alguno

La semana pasada le llegó la baja absoluta a Miguel. “Fue un mazazo”, asegura. La discapacidad le ha resultado difícil de asumir: “yo lo que quiero es trabajar y esto me hace sentir que soy un inutil, que estorbo. Hay días en que te hundes, quieres hacer las cosas y no puedes. En arreglar la casa tardo todo el día, me tengo que sentar cada poco rato».

Francisco Aragón también tiene la discapacidad absoluta permanente. «Es muy duro con 27 años que me dieran ese diagnóstico, pero tampoco te puedes echar en una cama. Trabajé de cocinero, de camarero, quería olvidar la enfermedad”. Hasta que ya se le hizo imposible y la evolución de la silicosis le obligó a dejarlo. “Psicológicamente que te digan que no puedes hacer nada es duro”, asegura con pesadumbre este hombre de 39 años.

Francisco Aragón recibió con 27 años el diagnóstico que cambió su vida. Dos de sus hermanos y un primo también tienen silicosis complicada.

Sus planes de crear una familia se truncaron. Recuerda que no quería tener un hijo y que un día le faltase el padre. “Siempre me han gustado los niños pero no sabía qué iba a pasar. Al final mi mujer me dio el último empujón pero un segundo hijo no he querido tener”.

Miguel sí tuvo una segunda hija, aunque también lo pensó mucho. Hace tres años nació la pequeña. A pesar de vivir con la sentencia que supone tener silicosis, ha vivido su paternidad con más serenidad que la primera vez. “Con la mayor no esperaba verla crecer”. Con la segunda lo vive más día a día. “Pero es duro, no sabes hasta cuándo vas a llegar… Intento no pensar porque si no te vienes abajo. De cara a mi mujer, a la familia, intentas aparentar que estás bien, pero…”.

A consecuencia de la exposición al polvo de sílice, Miguel Córdoba ha desarrollado otras enfermedades, asma, piedras en el riñón, gota… “Supuestamente, está relacionado con la silicosis. El veneno se expande…”. Varios estudios han documentado la relación causal entre la sílice cristalina y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (epoc), el cáncer de pulmón, cardiopatías, insuficiencia renal y enfermedades autoinmunes, como lupus eritematoso o esclerodesmia. En torno a  dos millones de trabajadores podrían estar expuestos a la sílice, según datos de afiliación a la Seguridad Social.

A pesar de todo, Miguel tiene un carácter afable y alegre. Dice que los problemas de salud no le han cambiado. Aunque ahora, por primera vez, se plantea ir al psicólogo para capear esa tristeza y desazón a los que algunos días le cuesta manejar.

“Nadie advirtió del peligro»

En 1999, hacía falta dinero en la familia y Francisco dejó los estudios. Entró a trabajar en una marmolería en Chiclana. Esta ciudad gaditana es otro de los focos con más casos y donde antes se empezaron a organizar los afectados. Precisamente ANAES, organización de la que Francisco pertenece a la junta directiva, se fundó con tras la muerte de un compañero hace ocho años. Es una de las asociaciones más combativa de toda España.

“Al principio se trabajaba mármol. A mediados de 2000 o 2001 ya no se trabajaba piedra natural. Al principio no nos llegó información. Nadie advirtió del peligro. A partir de 2004, el aglomerado de cuarzo llegaba con una etiqueta que tampoco decía mucho, algo sobre la composición y poco más”, reprocha Francisco Aragón.

El Silestone, una de las marcas más conocidas aunque hay otras como Compac, Dekton…,  llegó como la panacea para hacer encimras de cocinas y superficies de baños. Con una fórmula patentada que incluye entre un 80 y un 90 por ciento de síliece. Mientras que la piedra natural tiene en torno a un 3 por ciento. A pesar de que se sabía los peligros del sílice desde principios del siglo pasado, no se alertó y se manipulaba como se había hecho siempre con el mármol. Aunque era treinta veces más peligrosa.

Las consecuencias de esta falta de advertencia y de prevención en el trabajo no se sabe hasta dónde llegará su alcance. Lo que sí se sabe es que hay centenares de hombres jóvenes, exmarmolistas o trabajadores de la planta de Cosentino, en Canatoira, estan afectados. Se sabe que ha habido muertos pero se desconoce el alcance real de la silicosis derivada de la manipulación del aglomerado de cuarzo.

Rabia por no haber parado esto

 “Yo trabajaba muy a gusto en el taller. Han pasado once años que no trabajo allí y todavía hay noches que sueño que estoy haciendo encimeras. Me encantaba. Lo que sí me da rabia es no haber podido frenar esto antes”, dice con contundencia Miguel Córdoba..

“Si se hubiesen puesto las medidas que hoy se conoce y que entonces ya debían haber advertido los de riesgos laborales, el fabricante…”, añade con pena. De sus compañeros de entonces todos están afectados. “Un chaval de 30 años está muy grave. Montemayor está hundido».

De 3.800 habitantes, 80 tenemos silicosis”. Más del 20 por ciento y eso implica a casi un centenar de familias que viven esta epidemia. Montemayor en la época del boom inmobiliario llegó a tener una treintena de marmolerías que mandaba mucha de su producción a la Costa del Sol, como ocurría en Chiclana. Con la crisis del 2008 la mayoría desapareció.

Vivir pegados a los inhaladores, otros a la bombon de oxígeno

La falta de capacidad pulmonar les impide realizar cosas habituales que por su edad no debería revestir ninguna dificultad. A Francisco Aragón ya no le deja jugar al paddle que era su afición. Queda para jugar con los amigos, pero ya sabe que más que jugar se trata de salir un rato de casa y despejar la cabeza.

Para Miguel, lo que más le pesa es no poder jugar con su niña y la amenaza que supone coger un resfriado. “Con el covid pasé mucho miedo, me costaba peleas con mi mujer. Para mí un simple catarro es pasarlo jodidamente mal”. Se ha acostumbrado a ir con sus “botes”, como llama a los inhaladores de los que no puede separarse. “Si no los llevara, mejor pero intento no pensar. Yo llevo la enfermedad, la que lleva los papeles es mi mujer”, confiesa. Es su estrategia para tirar para delante y no dar más detalles sobre su voluminoso historial médico.

Ambos tienen ejemplos cercanos de cómo cuando la cosa empeora tienen tienen que tener soporte de oxígeno. Hay compañeros que con una capacidad pulmonar por debajo del 30 por ciento están las 24 horas del día enganchados a la bombona para poder respirar.

“Yo le daría dos semanas mis pulmones a Francisco Martínez Cosentino y le diría ‘tira para adelante’,  para que supiera lo que es esta enfermedad. Lo que cambia el día a día de un enfermo”. “Sabían lo que pasaba y se callaron. Llenaron sus arcas y ahora apartan 8 o 10 millones para las demandas. Eso es nada para ellos”.

Acuerdos para lavar la imagen de la marca

Respecto al acuerdo que ha firmado la otra asociación, Asociacion de Perjudicados por la Silicosis de Andalucía (APSA), con la que han trabajado estrechamente, ANAES, Francisco es tajante: “Yo lo he vivido de cerca y entiendo la fuerza que tiene Cosentino para callar bocas y limpiar su nombre”.

 Tampoco Miguel Córdoba, socio de APSA, está conforme. “Ahora quizá se abre posibilidades de indemnización por el acuerdo que firmó la asociación Apsa con Cosentino”, expone. Aunque no vio bien que se firmase ningún acuerdo en nombre de los asociados, “sin siquiera consultarlo en el grupo de WhatsApp. Es pactar con el diablo”.

“Todo el dinero que nos den es poco. ¿Cuánto vale una vida? ­–añade Francisco Aragón– Nos han echado a perder nuestro presente y futuro. Por otro lado, quizá si hay sentencia o acuerdo extrajudicial podamos cerrar una etapa y con el dinero adaptar la casa a mi hermano para la silla de ruedas”.

También es muy crítico con el Gobierno y la Junta que hizo hijo predilecto al propietario de la marca Silestone y le mantiene el título mientras abandona a los afectados. Le pide al Ejecutivo de Pedro Sánchez que deje de mirar para otro lado. “Se me parte el alma cuando veo a mi madre con tres hijos con la misma enfermedad. Es una injusticia porque se sabía y se sabe que es malo y se sigue fabricando igual”.

Dejar de fabricar un producto tan dañino

Para estos dos exmarmolistas, la solución definitiva, no tienen duda, pasa por dejar de fabricar el aglomerado de cuarzo. Aunque parezca que sea algo impensable, el Gobierno de Australia se plantea prohibirlo. Mientras en Cosentino se habla de reducir paulatinamente el porcentaje de sílice en sus compuestos, en un 30 o 50 por ciento en unos años.

“Creo que llegará un día en que deje de fabricarse esta piedra artificial, como pasó con el amianto. No quiero que ninguna otra persona pase lo que yo. Esta en una enfermedad que no acaba bien. Cuando la sociedad se de cuenta de que está muriendo gente que lo fabrica y que lo monta, tal vez deje de comparlo”, manifiesta Francisco.

Miguel Córdoba coincide en este deseo. “Si la uralita se dejó de fabricar, ¿por qué este veneno se sigue vendiendo? La gente tiene que saber si quiere poner en su cocina una encimera que enferma y mata a quienes la fabrican y la colocan. O se le corta la cabeza a la serpiente o va a seguir igual. Enfermará más gente”.

Tratamiento experimental y falta de acceso a la información por parte de la Junta

Ambos participan en un tratamiento experimental. Crónica Libre se ha puesto en contacto con un médico gaditano que supervisa los los resultados, quien nos ha derivado a la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía para que le den permiso. Desde este organismo se ha ignorado las repetidas peticiones de autorización para entrevistar al especialista. Al parecer es una tónica en el Ejecutivo de Juanma Moreno en estos tiempos de poner impedimento para hablar con especialistas si la cuestión a abordar es la silicosis.

Tanto Miguel como Francisco dicen no haber notado mejoría con el tratamiento pero, esperan que sí haya servido para paralizar el avance de su deterioro. Cada revisión se constata que la enfermedad avanza, el pulmón se va fibrando y ya lo está en un 60 por ciento, en uno de los casos.

“¿La sentencia de Vigo…? No le echo cuentas, el que lleva la enfermedad soy yo. Que igual nos ha abierto puertas pero mientras se siga vendiendo este veneno… –insiste Miguel Córdoba–. Sabían lo que pasaba y se callaron. Llenaron sus arcas y ahora apartan 8 o 10 millones para las demandas. Eso es nada para ellos”.

Inma Muro

Periodista especializada en temas de denuncia social. Más venticinco años de trayectoria en medios de información general e investigación. Entre ellos las ediciones digital y en papel de la revista Interviú. Gabinetes de prensa, comunicación institucional y agencias de publicidad.