Abortar es un trauma. Es un fracaso. Es una invasión en tu cuerpo. Es un proyecto truncado. Es una decisión sopesada que resulta complicada y de una u otra forma, siempre duele. Sabes que es lo correcto, pero algo en ti se rompe, y surge un dolor que te acompaña, tal vez de por vida. Son frases de mujeres que han abortado. No conozco a ninguna que haya ido haciendo una fiesta y celebrando su decisión. Sí he visto a amigas rotas, convencidas de que hacían lo correcto, pero con un sentimiento de pérdida importante. Mujeres que han sopesado los pros y los contras, que han entendido que no era el momento, que no estaban preparadas, que tenían otra prioridad, que no tenían recursos, que no querían hacerlo o, tal vez, que simplemente no quieren ser madres.

Las razones son diversas como lo somos los seres humanos; pero, sin embargo, todas han sido conscientes de lo transcendental que es su decisión y, por ello, saben que las condicionará independientemente del resultado. Sé que no está bien generalizar, y seguramente habrá alguna que tome la decisión de una manera más irreflexiva (porque los seres humanos también somos diferentes en cuanto a la forma de tomar una decisión), pero eso no evita las consecuencias emocionales en algún momento de su vida. Es así, por mucho que insistan en inferir que hay mujeres que abortan como quien compra pipas. Mantener esa idea forma parte de ese imaginario en el que siempre insisto, que hace que las mujeres seamos vistas como seres infantiles que merecen ser tratadas con un paternalismo que nos lleve por el buen camino al que no sabemos llegar solas.

Pese a este peso emocional que acompaña a la mujer que aborta, pese a lo que implica una decisión así, transcendental y violenta, se nos va a obligar a las mujeres a, si queremos interrumpir el embarazo en Castilla y León, tener que escuchar al médico proponernos escuchar el latido del feto, ver su imagen en una ecografía 4D y disponer de atención psicológica (no sabemos si para alivianar el trauma de la propuesta). Ver y escuchar al feto. El feto. Eso que algunos quieren que materialicemos en ser humano antes de decidir, para que nuestra mente construya una imagen del hijo o hija –tal vez en algún momento soñado—al que vamos a renunciar. Sumemos trauma en vez de quitarlo.

Violencia contra las mujeres

Me repugna tanto todo esto, que no entiendo cómo se consiente lo que, sin duda, es un ejemplo más de la violencia contra las mujeres que sustenta nuestra sociedad moderna y avanzada. Me repugna tanto, que no entiendo por qué un montón de votos, unas alianzas electorales o un trapicheo de sillas, permiten que las mujeres tengamos que pasar por algo así.

Decía el individuo al que no voy a nombrar, que ya se informaría de los detalles, porque “él no entiende de embarazos”. ¡Ay, Manolete! Qué paradójico todo, ¿verdad? Sería hasta digno de parodia, si no escondiera tanto dolor gratuito. Nos dicen los de su grupo, que hay que acompañar a las mujeres (para que decidan lo correcto), y lo van a hacer poniéndolas etiquetas y complicando los procesos. Perdonénme, pero no vamos por buen camino. Por cierto, qué generosa la sanidad castellana, que invierte en ecografías 4D para generar culpa en las mujeres, y no para diagnosticar posibles enfermedades o malformaciones que podrían evitar consecuencias fatales. A veces me da la sensación de que estamos en el mundo al revés, y que poco a poco la “moral” se impone a la “razón”. ¿Les suena cómo acaba esa historia?

Está por ver si estas medidas antiabortistas, que han decidido llamar “provida” porque hay que seguir metiendo el dedo en la llaga, no suponen una vulneración del derecho a la salud sexual de las mujeres. Lo que está claro es que es una intromisión en su derecho a decidir, una forma de perder recursos en Sanidad, que son más que necesarios en los tiempos que corren, y un regalo para aquellos que quieren destruir la lucha por la igualdad y la defensa de los derechos de las mujeres. Esperemos que no siga avanzando, porque entre intereses políticos y tensiones varias, ya se habla de eliminar el Ministerio de Igualdad, y todavía la sociedad no está lista para ello porque, para poder hablar de igualdad, nos queda demasiado por hacer.

Pilar Gomiz

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