Se está celebrando la novena edición de la Feria Literal del Libro, donde se prevé la reunión de un centenar de editoriales y librerías independientes, que tengan parte de su catálogo especializado en el pensamiento crítico. Pero la noticia es que a la editorial El Viejo Topo no se le ha permitido participar, ni exhibir sus libros, ni ejemplares de la revista.
De todos es conocido que el buque insignia de su editorial, la revista El Viejo Topo, es una publicación de izquierda emblemática desde 1976 y fundada por la activistas de la izquierda antifranquista.
Sí, hemos participado desde su fundación. De hecho participamos en las reuniones iniciales que darían lugar a la primera Feria, que entonces tuvo otros organizadores.
La razón formal, comunicada telefónicamente, es que los organizadores no compartían determinadas líneas ideológicas de la editorial, citando como referencia los libros de Diego Fusaro. No hubo comunicación escrita, salvo un mail en el que nos decían que devolvían los derechos de inscripción en la Feria.
Para empezar, creo que la abrumadora mayoría de críticos con Fusaro no lo han leído. Hablan de oídas. Yo no he visto ni una línea en los libros de Fusaro que permitan tacharlo de fascista. Fusaro es un marxista de tradición hegeliana, que está mucho más cerca de los de abajo que muchos de los que lo descalifican.
Es verdad que políticamente ha sido –visto desde nuestros ojos, no sé desde los ojos italianos– altamente imprudente, si pretendía ser alguien en política. Ha hecho lo que le ha venido en gana, sin pensar en las consecuencias en el mundo político y mediático real. Le gusta proclamar que va a dónde lo invitan y escribe donde se lo permiten, si se respeta lo que dice y escribe.
No es ocioso señalar que en marco político italiano las alianzas y las rupturas tienen una lectura muy diferente de las que haríamos en España.
Concluyendo: lo que se le reprocha aquí a Fusaro, repito que sin haberlo leído, es haber escrito hace tiempo algún artículo en la revista de la formación parafascista, o posfascista, o lo que sea, Casa Pound. Algo que también a mí me incomoda. Para más INRI, en un proyecto político que impulsó le pusieron como nombre VOX, desconociendo que así se llamaba el partido de ultraderecha español.
Pero todo esto, que obviamente tiene consecuencias, no impide que leamos lo que escribe. A mí me interesa su crítica a la cultura incipiente que está creciendo entre los más jóvenes, que olvidan quién es el enemigo principal y se fragmentan en luchas sectoriales inconexas.
También su visión de cómo el capitalismo tiende a transformar la sociedad en un conjunto de átomos individualizados y precarizados, condenados a servir fielmente al capital si desean sobrevivir económicamente. Su defensa de valores tradicionales está más cerca de la realidad de la clase trabajadora que de los integrados en la cultura woke, que lo tachan de fascista. Su crítica del liberalismo es despiadada.
De otros aspectos puedo estar más distante, como de sus consideraciones en torno a la Iglesia y el Papado, pero coincido plenamente con sus críticas a la Unión Europea y al papel del euro. También coincido con su posición en relación con la guerra de Ucrania. En cualquier caso, recomiendo leerlo primero, y opinar después. Más de uno se llevará una sorpresa.
La verdad es que no lo sé muy bien. Al parecer los organizadores son una cooperativa en la que son miembros fundamentales los editores de Tigre de papel. La comunicación se nos hizo a través de una empleada que parecía estar bastante apurada. Personalmente no tengo constancia de que ninguna otra editorial haya protestado públicamente, al menos hasta el día de hoy. Hay autores que han pedido que sus libros no se exhiban en la Feria
Sí, tengo entendido que la Feria recibe ayuda del Ayuntamiento de Barcelona, que además cede las instalaciones. Creo que también de la Generalitat y del Ministerio de Cultura. Y sí, resulta increíble e inaceptable que al menos el Ayuntamiento no haya intervenido, salvo que lo haya hecho privadamente y sin ningún resultado. Quizás el hecho de que estemos en plena campaña electoral explica –que no justifica– ese silencio.
Absolutamente sí. Somos incómodos. Hemos tomado con frecuencia posturas a contracorriente, como con el secesionismo y el “procés”. También contra eso que algunos llaman “cultura woke·, o “izquierda fucsia”. La cancelación es una venganza.
A mí no me parece lógico, y aún menos si hay dinero público por en medio. ¿Se imagina que en la Feria del Libro de Madrid se vetara a una caseta de Podemos o de VOX? ¿Quién sería el responsable de dictaminar sobre los límites ideológicos?
Está claro que en una Feria ecológica no tendría cabida una editorial que se dedicara a publicar libros sobre armas, pero la Feria Literal es una feria del libro político de izquierda. Radical, le llaman ahora los organizadores. ¿Quién establece los bordes de la radicalidad?
Muy amplio, en cantidad y, sobre todo, en calidad. No ha sido una iniciativa nuestra, pero les estaremos eternamente agradecidos a los que lo han impulsado y a todos los firmantes.
No es una anécdota. Está en la línea de la descalificación, de la cancelación, de evitar el debate y anatemizar la discrepancia que surgió hace ya tiempo en las redes sociales y que se está extendiendo en toda la sociedad. Aquellos que nos empeñamos en defender el pensamiento crítico y el debate lo tenemos mal. El futuro es negro.
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