El autoritarismo de las políticas de género se expande por América Latina

Primicias para las mujeres de América Latina y el Caribe: el feminismo institucionalizado traza pautas. Recién inaugurada su controvertida Ley Trans, la ministra de Igualdad la pavonea ante el mundo como referente internacional. El pasado 1 de abril, Irene Montero inauguró en la Ciudad de México el manifiesto fundacional de la ‘Internacional Feminista’. Esta denominación describe un conglomerado de altas funcionarias y tecnócratas responsables de las políticas de derechos de la mujer, o como se conoce en la actualidad, las “políticas de género” dentro de sus respectivos países.

En un manifiesto populista, la rama institucional y cooptada del movimiento expresa orgullosamente: “Nuestro feminismo no es cualquier feminismo, es un feminismo anticapitalista, es un feminismo antipatriarcal”. ¿Qué otro tipo puede haber?

Ante el despertar de poblaciones que a nivel mundial los proponentes de la “identidad de género” han querido mantener abobadas, las estrategias lingüísticas y denominativas han cambiado. Si antes se hablaba de “identidad de género y expresión de género”, la movida ahora es arropar absolutamente todo dentro del concepto más ecuménico “género”, al verse descubierta la intentona avasallante para las mujeres, la niñez, la libertad de expresión y la mismísima democracia que representan “la identidad y la expresión de género”.

Entre alegatos intencionalmente confusos de que los Estados están obligados a imponer sus polémicas creencias,  lideresas de las políticas de “identidad de género” congregadas en Ciudad de México comunican: “La postura es clara: somos feministas, antipatriarcales, anticapitalistas, antineoliberales, antirracistas, anticlasistas, transincluyentes, comunitarias, ecologistas y populares”.

Identidad de género y supremacía machista

Aquí se nota más a la clara el conflicto y debemos desglosar. Las políticas de identidad de género existen para reestablecer la supremacía machista por encima de todas las mujeres y niñas. Particularmente, las más vulnerables. No se trata de excluir absolutamente a nadie, sino de colocar todo en su justo lugar, pues lamentablemente el denominado feminismo transincluyente es el que coloca varones depredadores sexuales (que se autoidentifican como mujeres luego de ser sentenciados), en recintos penitenciarios para féminas.

El feminismo transincluyente demanda destruir el deporte femenino para satisfacer los deseos particulares de atletas cuya biología les otorga ventajas frente a las mujeres. El feminismo transincluyente es el que desdibuja, adrede, la biología de las mujeres y la sustituye por terminología degradante y misógina como “personas menstruantes”, “personas gestantes” y aquel “si usted tiene un hoyo frontal”.

Cuando un varón compite en una categoría deportiva femenina: ¿Cuál dignidad tiene supremacía? ¿La de él o la de ella? Las mujeres en los recintos penitenciarios obligadas a compartir espacios, de por sí restringidos y asfixiantes, con violadores y agresores  no tienen micrófonos, ni cuentan con la plataforma que tiene Irene Montero y sus prestigiosas compañeras.

Desigualdad

De manera inmediata y en respuesta a la despolitización del movimiento de las mujeres, surge la Internacional de Mujeres Feministas. Aunando voces y esfuerzos de mujeres que batallan por proteger y expandir los derechos basados en el sexo, y contra el borrado de las mujeres, cuyo manifiesto inaugural sustenta: “El feminismo combate activamente la creencia en la “identidad de género”. Si de algo sabemos las mujeres es cómo la creencia en la “identidad de género” ha limitado la vida de las mujeres y solidificado la desigualdad entre los sexos.  El feminismo afirma que la causa de la desigualdad que como mujeres sufrimos es por razón de sexo.  

De igual manera, el autoritarismo desmedido del patriarcado se refleja más transparentemente instrumentalizando el Estado para ejecutar persecuciones políticas contra mujeres. Contrario a otras instancias, esta vez el arma para golpear mujeres son las políticas de “identidad de género”. Evidentemente, detrás de eslóganes bonitos y pacificadores se esconden prácticas dictatoriales antiguas y sufridas por muchos pueblos, como la persecución política de disidentes.

En España, la eminente Lidia Falcon, superviviente de la dictadura, fue sometida a una persecución política en el 2019 por comentarios emitidos como ponente en la conferencia Rosario de Acuña, bajo el alegato de que cometió un delito de odio.

Las amenazas de la Ley Trans

La recién aprobada Ley Trans incluye amenazas de hasta 150.000 euros por opiniones contrarias a la doctrina establecida por ese feminismo transincluyente del que tanto se ufanan las altas funcionarias. Otra sobreviviente de esta persecución es Carola López Moya, a quien intentaron multar con 120.000 euros por utilizar su experticia como psicóloga para denunciar los peligros para la niñez contenidos en esta pieza legislativa.

En la República Dominicana, el gobierno del Presidente Luis Abinader se ha aliado a la extrema izquierda del partido Opción Democrática para proponer el encarcelamiento de disidentes de la “identidad de género” con treinta años de cárcel. Como regalo a la sociedad, el Dia de la Mujer del 2021, propusieron una nueva tipificación a ser introducida al actualmente debatido Código Penal dominicano: los crímenes de odio. “Quien directa o indirectamente fomente, promueva o incite conductas de odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo o una persona por razón de su identidad de género será penalizado con penas de treinta años de prisión mayor y multas de hasta cien salarios mínimos”.

Cárcel o multas para cortar la libertad de expresión

Cabe destacar que la República Dominicana es un país que en el 2022 marcaba rojo en los listados internacionales sobre territorios que atentan o donde no se permite ejercer la libertad de expresión.

Sea bajo amenazas de 30 años de cárceles, como es el caso de la República Dominicana, o por medio de infracciones administrativas exorbitantes, como es el caso de España, la intención en ambos casos es la misma: cortar la libertad de expresión y malograr la dignidad de mujeres que no se acomodan a los guiones preestablecidos y desnaturalizantes.  

Mejores noticias para América Latina y el Caribe: el feminismo con garras, ese que no se queda de brazos cruzados mientas niñas y adolescentes son sacrificadas ante el altar del posmodernismo, da la cara y se planta en dos patas.

Ese feminismo, el que incomoda, rechaza tajantemente las intentonas institucionalistas de manipuladores cuyo propósito es despolitizarnos. Ese feminismo, el de las inmencionables e innombrables que no se atemorizan ni por las amenazas de multas administrativas ni por barbaries como el prospecto de treinta años de cárcel, no se doblega ni se diluye. Al contrario, se esparce como la pólvora. Alerta, alerta. Alerta que camina: el feminismo que no coge cuentos resurge en América Latina.