Mª Teresa Gómez- Limón: «En la Transición y ya en democracia, los jueces siguieron aplicando leyes franquistas»

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Mª Teresa denuncia las falsedades de la Transición y del Régimen de 1978. Su único delito fue separarse de su marido e intentar rehacer su vida. Su expareja la llevó a los tribunales por la custodia de su hijo y ahí empezó su calvario. A ella la juzgaron como persona y como madre durante diez años y se inventaron todo tipo de aberraciones para separarla de su hijo… Algo que consiguieron.

Mª Teresa Gómez – Limón es Doctora en Psicología, psicóloga forense y clínica, miembro de la European Society of Psichology y del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la UAM. En su libro “Bendecidos por Franco. Los Tribunales de la democracia contra la mujer. Memoria de una víctima” denuncia el calvario judicial al que fue sometida. Leer su historia es una aportación más para conocer una época y no volver a repetirla.

¿Qué cuentas en el libro? ¿Qué te lleva a escribirlo?

Cuento una historia real que es un periodo de mi vida. Considero que una de las cosas más importantes son las fechas, ya que abarca el periodo de 1978 a 1988 y esto tiene trascendencia porque ya se había aprobado la Constitución e, incluso, desde 1982, gobernaba el Partido Socialista con mayoría absoluta. Lo que me llevó a escribirlo fueron tres cosas: la primera que se lo debía a mi hijo mayor, Enrique, que lo pasó muy mal por culpa de unas personas sin escrúpulos y, sobre todo, de unas instituciones que no nos protegieron. La segunda es que quería sacar a la luz la falsedad de lo que fue la Transición y primeros momentos de la democracia, en los que seguían estando vigentes las mismas leyes que había durante la dictadura y los jueces actuaban aplicándolas, sin tener en cuenta la supuesta nueva etapa. La tercera para dar voz a otras mujeres que, estando en el mismo caso que yo, no tuvieron los recursos suficientes para luchar por sus derechos.

¿Cómo fue el proceso de creación del mismo? ¿Qué fue lo más complicado?

No me resultó muy difícil escribirlo porque he descrito hechos y datos reales y de forma cronológica. Lo más complicado, aunque parezca mentira, fue conseguir el expediente de mi separación, que estaba en el archivo de Alcalá de Henares. Tuve muchas dificultades para que el Juzgado de Primera Instancia número 5 de Madrid me dejara hacer una copia del mismo, a pesar de que yo era parte interesada y tenía derecho por ley. Finalmente me dejó hacer fotografías con el móvil y me dio una mañana para ello.

¿Cómo cree la gente en la actualidad que fue la Transición en España y cómo crees tú que fue en realidad? ¿Para qué se fomenta esta falacia?

Yo creo que la Transición en aquel momento se “vendió” muy bien, como una “reconciliación” entre todos los españoles y que daba lugar a una democracia consagrada en una Constitución. Mucha gente nos lo creímos de buena fe. Hoy día las cosas han cambiado y, aunque en muchos sectores conservadores se sigue apelando a las bondades de aquel periodo, muchos ciudadanos nos hemos quitado la venda de los ojos y estamos viendo cada día el resultado de aquello.

La Transición fue una forma lampedusiana de cambiar todo para que todo siga igual o, lo que es lo mismo, prolongar el franquismo maquillado y con apariencia democrática. La mayoría de las personas que ocupaban cargos en la dictadura siguieron ocupándolos y el poder se mantuvo en las mismas manos.

Esa “falacia”, como bien dices, se fomenta porque el Régimen del 78 es la columna vertebral del Sistema. Un ejemplo incuestionable es la Monarquía, que fue reinstaurada por el dictador, es una forma de Estado antidemocrática y sirve para mantener a los grandes poderes económicos e institucionales. Ni siquiera se planteó hacer un referéndum para conocer las preferencias de la población. La Constitución de 1978 se redactó para mantener la Monarquía y hacer inamovible el Régimen.

Cuentas en tu libro que muchas leyes franquistas siguieron en vigor tras la aprobación de la Constitución española de 1978, y 10 años después, gobernando el PSOE continuaban ¿cuándo se refleja esto en tu libro?

Efectivamente, yo reflejo en mi libro las leyes a las que el juez apeló en las medidas provisionales de mi separación en el Juzgado de Primera Instancia número 5 de Madrid, así como en la Audiencia Provincial y el Tribunal Constitucional. A la separación definitiva, que era la de la Iglesia Católica no me presenté, solo fui a los tribunales civiles, en el convencimiento, obviamente equivocado, de que había una separación Iglesia-Estado. Aplicaron la Ley de 1958 y la Sentencia del T.S. de 1943 y el Concordato con la Santa Sede de 1953. La apelación al Concordato con la Santa Sede la hizo el Tribunal Constitucional el 24 de julio de 1987, cuya Sala estaba compuesta por Tomás y Valiente, Díez-Picazo y Díaz Eimil.

En tu libro relatas momentos muy duros en los tribunales, ¿recuerdas alguno especialmente cruel?

Si, lo peor de todo fue cuando me acusaron unos testigos, Marcos Sanz Agüero, que dependía laboralmente de mi ex marido, y Cristina Martín Bustamante, casada con aquel, que yo había mantenido relaciones incestuosas con mi hijo de 3 años. Estos dos seres ocuparon durante mucho tiempo altos cargos en el PSOE.

¿Consiguió algo la Ley de Amnistía? ¿Qué se hubieran merecido la víctimas que no tuvieron?

La Ley de Amnistía consiguió que se libraran de una condena por crímenes de lesa humanidad individuos que habían sido torturadores durante el franquismo, como es el caso de Billy el Niño, que incluso recibió durante la democracia una medalla y una pensión especial por los servicios prestados.

Las víctimas tuvieron del Estado español un trato lamentable. Tuvieron que ir a Argentina para que les dieran la Justicia que aquí les negaron. España siempre se negó a extraditar a los responsables. La Ley de Amnistía fue una ley de “punto final” aprobada también por la izquierda (Partido Comunista y Partido Socialista). Al menos cinco organismos de Naciones Unidas han solicitado al Estado español la derogación de dicha ley.

¿Dirías que en este contexto las mujeres fueron especialmente discriminadas? ¿Cómo?

Por supuesto que sí. Las mujeres éramos el eslabón más débil de la cadena. La moral tradicional negaba a las mujeres cualquier tipo de libertad. Éramos, como en todo el fascismo y el nazismo, las procreadoras y mantenedoras de la moral, o eso pretendían. Luego vino el mayo del 68, los años 70 y 80 en los que se produjo una revolución cultural y las mujeres nos rebelamos.

¿Cuánta “culpa” tiene la Iglesia en todo esto?

La Iglesia tenía el papel de “preservar la moral y las buenas costumbres”. Por eso en los diversos concordatos se le adjudicó la educación, la atención de hospitales e instituciones, es decir, aquellos sectores más vulnerables en los que podía influir cultural y socialmente. Lo grave de todo esto es que, aún teniendo una Constitución que explicita una separación entre Iglesia y Estado, en la práctica no fue así. Felipe González y sus gobiernos, a pesar de tener mayoría absoluta no hicieron absolutamente nada para que se cumpliera ese mandato constitucional. Incluso, hoy día, la Iglesia sigue teniendo muchos privilegios.

¿Cómo te ayudó tu faceta de activista en todo el conflicto que cuentas en el libro?

Milité en diversas organizaciones feministas. Entonces éramos muy activas, aunque lo teníamos bastante más difícil que ahora, te exponías a la actuación de la policía y a que te llevaran a la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol. La verdad es que en el procedimiento judicial tuve mucho apoyo de las organizaciones feministas, así como de otros colectivos como el Colegio de Psicólogos, el Club de Amigos de la Unesco y de personas individuales de mi trabajo, así como de profesionales como del psiquiatra Carlos Castilla del Pino. Y, por supuesto, de mi pareja de entonces y marido actual, Rafael Taibo. Eso fue lo positivo de esa situación.

Su único delito fue separarse de su marido e intentar rehacer su vida. Su expareja la llevó a los tribunales por la custodia de su hijo y ahí empezó su calvario. A ella la juzgaron como persona y como madre durante diez años y se inventaron todo tipo de aberraciones para separarla de su hijo

¿Qué supuso para ti poder viajar al extranjero en este proceso?

Fue como irme a otro planeta. Salir de España en 1979 y 1981 y llegar a Londres, embarazada de mis otros dos hijos y parir allí fue una experiencia extraordinaria. Me sentí ciudadana, vi respetados mis derechos y los de mis hijos, pude experimentar aquello de que nadie es culpable mientras no se demuestre lo contrario.

¿La Ley de Memoria Histórica y la Ley de Memoria Democrática hicieron suficiente justicia? ¿Por qué?

La Ley de Memoria Histórica (2008) fue un avance, aunque excesivamente tardío. Lo que se tendría que haber hecho en 1978 se hizo 30 años después. El problema de esa ley es que, en la mayoría de los casos, se quedó en papel mojado porque no iba acompañada de un presupuesto para llevarla a cabo. Mariano Rajoy se jactó de haber dedicado en una legislatura 0 euros. Sin palabras. La Ley de Memoria Democrática (2022) también se ha quedado muy corta. Se anulan las condenas de la guerra civil y de la dictadura franquista, pero ¿qué ocurre con aquellas condenas y sentencias que se dictaron después de la Constitución pero aplicando leyes franquistas? Como siempre, este país nunca es capaz de avanzar en su tiempo y en su momento.

En su libro “Bendecidos por Franco. Los Tribunales de la democracia contra la mujer. Memoria de una víctima”, Mª Teresa relata una tragedia judicial que duró diez años y en la que le arrebataron a su hijo. La Transición fue muy oscura aunque nos hayan hecho creer lo contrario. Historias como la de Mª Teresa no deberían ocurrir jamás en democracia.

Mónica Nion

Periodista. Guionista. Educadora Social. Llevo 20 años trabajando en comunicación, con contenidos y formatos, entrevistas y eventos... Y lo que haga falta. La información es poder...