A. Pérez Meca / Europa Press
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Pleno del Congreso de los Diputados. Foto: A. Pérez Meca / Europa Press
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Medidas anticrisis: el arte de cargarse un país, pero esta vez sólo un poco

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Érase una vez un presidente lleno de talante que aprobó un megaplan de gasto público justo el mes en que quebraba Lehman Brothers y amenazaba con llevarse el mundo por el desagüe. Esa persona no tenía ni idea de economía y sus asesores lo sabían. Le recomendaron que dedicara un par de tardes a aprender. No las dedicó, porque negó la crisis en 2007, abroncó a su ministro de Economía cuando le decía que no había dinero para gastar, puso a sus espías a averiguar por qué caía la Bolsa y la deuda y, finalmente, tuvo que aprobar el mayor paquete de recortes que jamás se recuerdan, incluyendo la bajada de sueldos a los funcionarios.

A continuación, tuvo que irse, presionado por el Banco Central Europeo (BCE). Las reformas que no quiso hacer cuando las cosas iban bien, (recordemos que tomó un país sin prima de riesgo y con superávit presupuestario, que acababa de constituir la Hucha de las Pensiones), le obligaron a hacerlas después. Todavía hoy pagamos ese desastre todos los ciudadanos. España nunca volvió a crecer (me refiero en serio) y sufrió una deflación salarial terrible, de la que no nos hemos recuperado ni en broma. Un cataclismo al que nos llevó un político que no querían ni en su propio partido, y que sólo una suerte de carambolas le llevó al poder.

Esta semana, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; otro político desahuciado pero que llegó a la cima en tiempo récord en un proceso también inconcebible, ha aprobado un nuevo paquete (tercer decreto-ley) de medidas anticrisis. Por encima: elimina el IVA para los alimentos de primera necesidad (pan, harina, leche, queso, frutas, verduras, hortalizas, etc). Reduce el IVA del 10% al 5% para aceites y pasta.

Más llamativo es el cheque de 200 euros a hogares vulnerables que, según el Ejecutivo, supondrá un ahorro para las familias de 661 millones de euros. Como casi siempre, hay letra pequeña: es un pago único y durará hasta el 30 de junio o hasta que la inflación subyacente baje del 5,5%.

Se mantiene la subvención al transporte público, se limita al 2% la subida del alquiler y se prohíben los desahucios. También se prorrogó el IVA reducido al 5% para determinados suministros de energía eléctrica, así como la suspensión del impuesto del 7% a la generación eléctrica, y el tipo impositivo reducido del 0,5% como Impuesto Especial sobre la Electricidad.

Y un PERTE de 3.100 millones de euros a la descarbonización, así como 950 millones de ayuda a la industria gas intensiva.

Resumiendo: bajada de IVA a los alimentos más básicos, así como a la generación y suministro eléctrico. Limitadas en el tiempo, entre otras cosas porque si no, en Europa tuercen el gesto. Limosnita de 200 euros a las familias con rentas bajas. Y subvenciones. Al abono transporte y los combustibles.

Está por ver el efecto de manipular el mercado del alquiler, en un momento en el que tampoco se está moviendo el mercado de compraventa de casa, debido a los tipos de interés altos. Desde noviembre, hay una desaceleración tremenda en el mercado inmobiliario. Más allá de lo que digan las frías cifras, lo dicen los inmobiliarios: “desde noviembre, no vendemos un piso”.

En definitiva, medidas cosméticas. Ni pueden apretar más a una economía que ya soporta una fiscalidad en máximos históricos, ni se atreven a bajar impuestos de verdad para dinamizarla. Constituyen moralina barata que comprará la parte menos informada de la sociedad, siempre dispuesta a poner en valor la cantinela de la “sanidad y educación gratis”, cuando no es gratis: es carísima.

La subvención a los combustibles o la limosna a las familias no son tales: son dinero público y salen de nosotros mismos. ¿Por qué no, en lugar de subvencionar, no baja los impuestos a las gasolinas? Daría un respiro real a la economía.

La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. Foto: Jesús Hellín / Europa Press

Mientras Ione Belarra llama “capitalista despiadado” a un señor que ha creado 100.000 empleos por sus propios medios, Yolanda Díaz culpa de la inflación a los beneficios empresariales. Pedro Sánchez es más listo: aprueba un paquete de medidas con fecha de caducidad que tendrán poco impacto en las cuentas (afortunadamente, no se trata de los más de 10.000 millones de euros que dilapidó Zapatero con el celebérrimo Plan E) y mucho menos en la economía. Pero un chequecito de 200 euros no se le niega a nadie, hombre. Lo del pago único es genial, por cierto, no vaya a ser que le ocurra lo que a ZP y tenga que suprimirlo vergonzantemente por orden del BCE. Luego, los recortes eran del PP. Menudo tonetti fue Rajoy, dejándose colgar esa medalla.

Limosnita, subvenciones, control… no sé por qué, pero todo esto me recuerda un poco a la marquesa de Los Santos Inocentes e incluso al señorito Iván.

Manuel Lopez Torrents

Periodista económico. Empresas, mercados, inversiones, medios... Un día dije que bajarían el sueldo a los funcionarios o que vendría una amnistía fiscal y me llamaron loco. Quizá por eso siempre admiraré al que me dijo que la banca de inversión americana iba a quebrar mucho antes de que lo hiciera. No era un adivino, sólo miraba sus balances. Me gustan la prosperidad, y la clase media. Escribí tres libros de economía