La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño. Foto: Carlos Luján / Europa Press
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La subida de tipos y la penalización a los mercados financieros destrozan el motor de la economía

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Como suele ser habitual, la ineptitud de los políticos, unida a su tendencia a hacernos dependientes de ellos, están lastrando en gran medida la economía, es decir, nuestra vida, porque todo es económico. Empezando por lo político: sin presupuestos, no hay políticas. En tiempos recientes, hemos vivido de las burbujas de liquidez, infladas por los tipos al cero y la manivela de la fábrica dinero a pleno rendimiento. Eso, al menos, facilitaba muchas operaciones corporativas y un auge de las start ups, muchas de ellas convertidas en unicornio a toda prisa. Pero con las subidas de tipos, eso se ha terminado de golpe. Encima, en España se han liquidado de facto los planes de pensiones, con lo que se ha cerrado el gripo del capital a los mercados. Terrible. Afecta a todos.

Es precisa una labor de pedagogía para explicarle a la sociedad lo que ha ocurrido. Me da igual lo que pase en la Bolsa o a los brokers”, leía el otro día en RRSS, en respuesta a la pieza en la que hablaba de la flojísima contratación bursátil, fruto del castigo a los mercados financieros locales. Por desgracia, el desconocimiento de la realidad impide que se realicen las reformas adecuadas. Recuerdo una anécdota ilustrativa, con un amigo periodista, que acabó de directivo en un sindicato, con el que tuve esta conversación.

  • …tenemos problemas con la negociación, porque, además, los mercados no dan tregua.
  • ¿Tú sabes quiénes son los mercados?
  • Sí, unos cabrones.
  • No, los mercados son los que nos prestan el dinero. No nos obligan: se lo pedimos nosotros.

La quiebra de Lehman Brothers supuso el colapso del modelo que, peyorativamente, se denomina desde la izquierda “neoliberal” pero que, en cualquier caso, trajo las mayores cotas de bienestar de todos los tiempos, con una clase media pujante y acceso a muchas cosas inimaginables. Se alcanzaron, por fin, situaciones de pleno empleo (en España, sin ir más lejos), crecimientos altos, ascensor social… con todas sus imperfecciones, que las hubo, empezando por la corrupción, pero sin desdeñar otros ataques terribles, como los atentados terroristas de EE UU, Madrid o Londres, por ejemplo, que influyeron muchísimo.

Una bomba de Hiroshima

La caída de la banca de inversión estadounidense fue una auténtica bomba de Hiroshima, que puso en jaque a toda la banca del país y nos mandó un tsunami a Europa, en forma de crisis bancaria y soberana. Ambas cuestiones fueron arregladas por los bancos centrales con deuda. Entraron en el capital de la banca USA. Inyectaron dinero.

Lo mismo ocurrió en la Eurozona: bajaron los tipos al cero, se les dio a los bancos que sobrevivieron todo el dinero que hiciera falta (aunque a estos, a su vez, se les exigieron muchísimos sacrificios, que pagaron los accionistas y las plantillas) y lo mismo se les regaló a los estados. A estos no se les pidió nada: los políticos gastaron a mansalva y no hicieron la menor reforma de calado.

Eso sí, los fondos de capital riesgo levantaron dinero a espuertas. Como los tipos estaban al 0%, las inversiones alternativas tenían valor añadido. Pudo haber muchas salidas a Bolsa y, sobre todo, un montón de start ups tuvieron viento a favor, en forma de entrada de capital, compras de participación y valoraciones estratosféricas, por tanto.

Las medidas del gobierno populista

En España, llegó el Gobierno populista y con la cantinela de educación y sanidad “gratis” (un insulto, en una economía con una fiscalidad declarada sobre PIB del 40%; que ya les digo que es mucho mayor) se aplicaron en penalizar todo aquello que oliera a financiero.

Aplicaron tasas a la operativa bursátil, liquidaron las sicav (el instrumento de inversión más democrático que se conoce, ya que estaba abierto a todo el mundo y se conocía quiénes eran los promotores) y la gran vergüenza: la eliminación de facto de los planes de pensiones privados.

Los planes de pensiones constituían un enorme generador de capital para la economía. Como gozaban de aportaciones previsibles y, además, captaban dinero que no debía ser devuelto con rapidez, sino que tenía que ‘ponerse a trabajar’. Era ideal para colocarlo en salidas a Bolsa o emisiones de renta fija privada. Financiaban de manera directa a la economía real, además de al estado, por supuesto, que siguen siendo grandes compradores de deuda pública y Letras del Tesoro.

Cerrar el grifo del capital privado

Eso se ha terminado repentinamente y no es casualidad que no haya más salidas a Bolsa en España y que los volúmenes de contratación del mercado sean poco menos que ridículos.

¿Qué ocurre cuando una empresa apela a los mercados y se financia en ellos? Toma dinero para sus proyectos. Por tanto, invierte. Previamente, ha tenido que asesorarse, por lo que ha contratado despachos, consultoras, asesores, bancos… todo eso es capital para empleadores de calidad. Una vez con el capital captado, esa inversión se traduce en más contrataciones y actividad. Eso se llama empleo y PIB. Crecimiento y reparto de bienestar. A pesar de que sea desigual: le acaba llegando a todo el mundo.

Cerrar el grifo del capital privado es un ¿crímen? del que tendrán que dar cuenta algunos en un futuro no muy lejano. Entre otras cosas, porque es una medida absurda, que no beneficia a nadie. Se ha realizado desde la antipatía política.

PD: los planes de pensiones se liquidaron de facto en 2021, prohibiendo aportaciones superiores a los 1.500 euros anuales, con la promesa de un plan de empleo público al que podrían adherirse las pymes y micro pymes. Plan que, de momento, no existe, por mucho reglamento que se haya aprobado. Y tenemos elecciones este año.

Manuel Lopez Torrents

Periodista económico. Empresas, mercados, inversiones, medios... Un día dije que bajarían el sueldo a los funcionarios o que vendría una amnistía fiscal y me llamaron loco. Quizá por eso siempre admiraré al que me dijo que la banca de inversión americana iba a quebrar mucho antes de que lo hiciera. No era un adivino, sólo miraba sus balances. Me gustan la prosperidad, y la clase media. Escribí tres libros de economía