Es habitual en ciencia política definir los escenarios políticos en función de los sujetos y sus condiciones de posibilidad, de sus recursos y sus incentivos. Esta forma de verlo, centrada en el posibilismo no sólo abunda en la academia, sino entre toda la población que ansía un cambio en la actual deriva política del país. Desde el 28M, el país ha entrado en una fase en la cual se ha pasado de ser un país de izquierdas a ser un país de derechas, y unos y otros politólogos y expertos ansían saber el por qué y, más aún, cómo cambiar este rumbo.
Sánchez, habilidoso posibilista, ha leído este contexto de confusión y ha adelantado las elecciones previstas para finales de 2023 para este 23 de julio para evitar la idea de desgaste y centrarlo en la de posibilidad (como una segunda parte de un partido de futbol, tal y como define Podemos). Pero más allá de la sorpresa de esta veraniega consulta, que recuerda a otras pasadas (2016, 2019), todo el mundo se pregunta qué puede pasar, si en la izquierda se va a producir el revulsivo necesario al que toda la izquierda tuitera apunta, y de qué depende esto.
Para ello, más que el posibilismo, cabe aplicar una suerte de análisis estratégico sobre los actores, esto es, cómo sujetos que llevan sumidos en una estrategia durante un tiempo y ello les determina su rumbo y sus posibilidades. En las siguientes tesis, quiero resumir por qué creo que no va a cambiar el curso histórico hacia un Gobierno de PP y VOX si no cambia el rumbo, particularmente, de Yolanda Díaz:
Pablo Iglesias ha dominado el partido con ley de hierro desde 2017 (Vistalegre II). estableciendo una ley de silencio sobre aquel que osara desafiar sus directrices. Las directrices políticas, listas, y mensajes comunicativos siempre las ha marcado él, independientemente de los intereses del partido, sus órganos y la posición política e institucional de éste.
Su idea de partido es que no haya partido. El canal Red es su idea de partido. Sólo cree en la oligarquía como única fórmula política: un grupo pequeño de leales, siempre subalternos. Iglesias sólo considera a Sánchez como un igual. Asirse a Yolanda fue una forma de evitar ser el foco de atención durante la pandemia, también para liberarse de la presión que ejercía Irene Montero e Ione Belarra en el Gobierno y su mala imagen.
Todo lo anterior se puede aplicar a Pedro Sánchez
Pedro y Pablo han rivalizado por el espacio electoral de la nueva izquierda post 15M, lo cual no quiere decir que ellos crean en ello. Se disputan el espacio, y lo consideran suyo. Por ello también creen que lo conocen mejor, tanto sus claves como sus debilidades.
Esto nos lleva a la ley de la oligarquía. El programa e intereses de Sánchez e Iglesias lo conforman su equipo más fiel de colaboradores, y nunca agentes externos a su cinturón de confianza. Suelen decir que van vestidos aunque estén desnudos. En psicología social este proceso de toma de decisiones se llama group think, y suele asociarse a decisiones poco racionales.
El PSOE no existe para Sánchez, tampoco Podemos para Iglesias. Lo único que existe para ambos son los mensajes que puedan desplegar en los medios y su capacidad para hacerles imprescindibles en la agenda. Por ende, la desaparición de Podemos y PSOE no es un problema siempre y cuando no desaparezcan sus altavoces mediáticos (consejo de ministros y Canal RED). Para ellos sólo existen los mensajes y políticas prefabricadas por equipos de creativos, véase colaboradores, que no tienen en cuenta más que la conveniencia mediática y electoral (para el grupo pequeño).
Lo anterior significa que su capacidad de mutar es infinita y no existe un proyecto político detrás, es sólo un filón electoral. El uno quiere parecerse al otro para quedarse con los votos.
Bajo ningún concepto consentirán que haya otro rival
Esto implica que nunca, bajo ningún concepto consentirán que haya otro rival, lo cual implica que Yolanda siempre sea subalterna en términos organizativos y, sobre todo, discursivos. Ellos quieren llevar el timón para ser imprescindibles. Su timón basado en la indefinición ideológica tiene costes políticos y electorales. Sánchez y el PSOE antes era incomestible, y luego no lo fue. Iglesias y Podemos fue incomestible y luego tampoco lo fue. Bildu era incomestible, luego no.
Las políticas feministas y medioambientales no pueden ser oportunistas, pues son el principal conflicto contemporáneo entre capital y ser humano o entre la vida y la muerte. Vivimos en una época límite. La gente lo sabe y lo comparte. Una mayoría está a favor de las leyes feministas de calado. El Gobierno aprueba leyes de calado por conveniencia táctica, es decir, para favorecer a sus socios, o para afianzar a su electorado frente a su rival (Sánchez frente a Iglesias y viceversa).
La ciudadanía observa que los mensajes de Podemos, PSOE, y Gobierno son prefabricados para dañarse mutuamente y no tienen calado real. Terminan por quemarse y transformarse en memes. Se penaliza al Podemos de Pablo Iglesias (en ausencia) y al PSOE de Pedro Sánchez este 28M. El que más se ha enfrentado a Sánchez (Page) sobrevive. También es el que más ha criticado su oportunismo.
El Gobierno de coalición es un espejismo
La derecha ha conectado con el relato popular (y la izquierda de derechas): este Gobierno de coalición es un espejismo, pues surge en un clima de distanciamiento respecto a sus bases, y simplemente aparece por la pérdida de valor del Partido Popular y Ciudadanos y sus referentes.
Es cierto que, electoralmente, el Gobierno de coalición no surge por victoria de la izquierda, sino por una pérdida de legitimidad de Casado y Albert Rivera. Se avanza en tiempos de amortización de actores de la derecha. Por ende, el Gobierno de coalición constituido en 2020 se inicia en una fase de agotamiento del ciclo iniciado en 2014 con el ascenso de Podemos y la materialización política del 15M, que coincide con el declive del Partido Popular de Rajoy y su fase de letargo con Casado. Todo eso desapareció con el ascenso de Ayuso.
Podemos ha podido mantenerse gracias a las épicas apariciones mediáticas de Pablo Iglesias como elemento discordante en la coalición y su habilidad para diferenciarse frente a Sánchez. Eso le funcionó para aguantar en las elecciones generales y relativamente en las autonómicas de Madrid.
El Gobierno de coalición ha detenido su pérdida de legitimidad por coyunturas geopolíticas propicias que amortiguaban poco a poco su caída: la pandemia y consecuentes fondos europeos, o la guerra de Ucrania y el apoyo europeo a medidas (limitadas) sociales (tope al gas, ayudas al transporte, y apoyo a reformas laboral y de pensiones).
El ciclo político favorable se cerró tras las elecciones del 4 de mayo de 2021 en Madrid, que coincidía con la perspectiva de final de la pandemia tras las primeras fases de suministro de las vacunas. Dichas elecciones sentenciaron el ciclo, e impulsaron un cambio en la correlación de fuerzas ideológicas y políticas: Pablo Iglesias se retiró y la derecha canalizó un sentir popular que clamaba medidas menos “oportunistas”, o más coherentes entre sí (mascarillas vs transporte abarrotado, etc). La izquierda no supo explicar la bondad de una política pública universalista, y al final compró a la derecha la idea de la responsabilidad individual. Sólo Yolanda Díaz canalizó la idea de lo público bajo la dimensión laboralista del cambio (ERTES, salario mínimo o reforma laboral). Con la retirada de Iglesias ese 4Mt se cerraba entonces el ciclo y ya sólo quedaba como reminiscencia Pedro Sánchez.
Divorcio entre los votantes de la izquierda
Desde la pandemia se ha ido acentuado el divorcio entre los votantes de la izquierda y los que un día lo fueron. El matiz radica en la idea que tienen sobre las medidas del Gobierno: sirven para cambiar o no. La población asalariada de ingresos medios/bajos percibe que no se han cambiado las bases de la economía, ni del sistema democrático, ni del Estado. Esta población ya no vota a Podemos y está desencantada con el PSOE. Hay otro sector de la población que afirma que hay medidas económicas sueltas que son útiles, esos sí. Generalmente son la clase media a las que no les ha supuesto un cambio en sus vidas, pero las considera útiles.
Yolanda Díaz ha canalizado votos del PSOE, Podemos y otras fuerzas porque representa este cambio “para todos” que ha canalizado la derecha, pero dejará de representarlo si queda asociada con el ciclo anterior. Esto supone un dilema: para que haya un Gobierno de izquierdas (es decir, que sumar sume), Yolanda ha de despegarse de Sánchez e Iglesias, algo que todos la empujan a hacer.