Órdago a la grande. Sánchez lo ha vuelto a hacer. Si en algo pueden estar de acuerdo seguidores y detractores es en lo mucho que cuesta anticipar sus reacciones. Es el amo del factor sorpresa. Mientras en los titulares la palabra debacle campaba a sus anchas, él se reunía con el Rey para pedir la disolución de las Cortes. Y así, ante el Palacio de la Moncloa, y con semblante color nube de tormenta, anunciaba elecciones anticipadas para el 23 de julio.
«Asumo en primera persona los resultados para someter nuestro mandato democrático a la voluntad popular«. Fue el argumento definitivo de una decisión tomada bien entrada la madrugada del lunes con su núcleo duro trasladado al Palacio. Si La Moncloa no va a Ferraz, Ferraz va a la Moncloa. Hubo dudas, pero el Presidente ya había interiorizado el rotundo mensaje popular en contra de su política de pactos, y el rechazo hacía unos socios de gobierno que durante semanas más parecían ser líderes de la oposición. Les faltó madurez política, justo la que van a necesitar conseguir ahora en tiempo récord. La buena gestión no calaba frente al mensaje del romper España.
Y Pedro Sánchez hizo lo que mejor sabe hacer: dar un paso al frente y cambiar el guión de la narrativa política.
A la derecha no le quedaba más remedio que responder al órdago. Y tampoco tardaron mucho. Feijóo fue el primero en expresar que cuanto antes mejor, Ayuso fue más allá: está en un callejón sin salida, ha sido una rendición. Abascal a lo suyo, a derogarlo todo.
Resulta contradictorio que los que le acusaron de pucherazo con tanto ahínco, y en algunos casos incluso pidieron que se anularan las elecciones, tengan ahora tanta fe en la democracia.
Giro de guión
Reinaba la expectación desde las diez de la mañana cuando se anunció una comparecencia de urgencia y sin preguntas. Atención plena en los medios, se intuía mar gruesa, pero nadie dio en el clavo. Mucho corrillo apuntando a una remodelación del gobierno. Incluso a la salida de Podemos. Pero no, aquí iban a salir todos, al menos de momento. Sánchez tiene más giros de guión que Juego de Tronos.
Así que a votar. Otra vez. Los titulares cambiaban a una velocidad endiablada, y la política líquida o gaseosa entraba en estado de shock. Los ciudadanos también.
El Presidente, muy en su estilo épico, se juega todo en esta cita. Doble o nada. Y presiones no le faltan. Dentro y fuera de su partido. Su mejor baza es su capacidad para interiorizar el relato de las grandes gestas. El hombre que, desahuciado de la política y de su propio partido, se recorrió España en un Peugeot, regresó triunfante, y salió airoso de una inesperada moción de censura, juega en casa. Y aquí empiezan los problemas.
Una vez mentalizado de que sale a ganar, le queda recuperar la ilusión y la confianza de su gente, particularmente de todos aquellos que han perdido plazas importantes tras una buena gestión. Un malestar que le acusa veladamente de haberse metido en camisa de once varas, de haber picado el anzuelo de Ayuso, y de haber convertido las Autonómicas en Generales. Muy bien, ya tenemos segunda vuelta.
De ahí pasamos a los socios de gobierno, empeñados hasta la náusea en generar conflictos, encontronazos, y guerras narcisistas. O sea, en desaparecer del mapa por falta de votos. El sistema d’Hondt no perdona divisiones.
Quizá por eso Ione Belarra y Yolanda Díaz se hayan apresurado a anunciar que ya trabajan por la unidad. Les quedan menos de 10 días y no hay posibilidad de primarias. Cada minuto cuenta.
Será una campaña rápida y definitiva para un PSOE que ha cerrado filas y ha dejado claro el mensaje: o progreso, o retroceso. Un llamamiento directo para movilizar a la izquierda.
Convendría que Feijóo protagonizara su liderazgo sin interferencias, y enseñara cuál es de verdad su propuesta de país. Y también convendría que, incluso sin Falcon, recordara en qué territorio se encuentra pidiendo el voto.
Audaz o temerario
Probablemente las dos cosas. Pero en cualquier caso es un movimiento valiente, demócrata, y bien medido.
Pedro Sánchez sabe que no puede aguantar seis meses de presiones internas y tensiones con sus socios, ese desgaste no se lo puede permitir. Así que, cambia el discurso de la derrota por el de una nueva oportunidad, minimiza la euforia por el barrido de la derecha, moviliza a la izquierda, y tiene en mente que al PSOE apenas le separan 700.000 votos del Partido Popular. Confía remontarlos en una disyuntiva general, el séptimo adelanto electoral de la democracia, en verano, y con una extrema derecha más presente que nunca negociando ayuntamientos con el PP.
En otras palabras, deja las cosas claras. Esta es mi propuesta. Esta es la alternativa. Hagan juego, si no les gusta, cojo mi coche y me voy. Ayer se cumplieron 70 años de la conquista del Everest, y Sánchez tiene la vista puesta en la cumbre.
En su estilo. Con un relato de novela de acción. A Sánchez le pegan y le ponen las gestas épicas. En esta puede ser víctima, o héroe de su relato. Lo suyo son las remontadas contra todo pronóstico.