Presidente 23-J
El periodista y colaborador de Crónica Libre, Ibon Pérez, ejerciendo de presidente de mesa electoral en Lekeitio (Bizkaia).

Presidente por sorpresa

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Sin comerlo ni beberlo me he convertido en el protagonista involuntario de las elecciones generales del 23J en mi pueblo. Hace menos de un mes recibía de la manera más surrealista posible la notificación para estar de presidente en una mesa electoral: al no encontrarme en mi domicilio, gracias a un chivatazo, una empleada del ayuntamiento de Lekeitio (Bizkaia), subida en una motocicleta me localizaba en la playa para hacerme saber que tendría que ocupar el puesto más importante junto a las urnas. Iba a tener una cita ineludible con ellas, en el lugar que más amaba y, precisamente en verano,  ¡qué remedio! De no hacerlo, Dios o la Constitución me libre, podría incurrir en una pena de 3 meses a un año de prisión o a una multa de 6 a 24 meses, que normalmente se traducía hasta más de 4.000 euros. Aunque tuviese que trabajar, podía poner cualquier excusa válida del mundo, que para nada me iba a librar. Esta es la Crónica Libre o, mejor dicho, la Crónica a pie de urna de mi servicio a la ciudadanía tras dejar los sobres en el Juzgado de Paz, aún cuando muchos siguen respirando aliviados en sus lugares de vacaciones por no haber sido llamados a participar-obligatoriamente- en la jornada electoral.

Te ha tocado?, lo siento por ti pero me alegro por mí”. Al saber que, fruto del azar, me habían encasillado en la mesa electoral, la inmensa mayoría de los vecinos de mi pueblo respondía así, de forma socarrona y chistosa, al darse cuenta de que por descarte se habían librado de ser presidentes de mesa de cara a las elecciones generales del 23 de julio del 2023. Me creían de mala suerte y rezaban para no ser uno de los desafortunados dos vocales  que faltaban aun cuando yo- en secreto-  estaba contento por haber sido designado a ese cargo obligatorio.

“¿De todo el país seré el único que se siente contento por cumplir con las obligaciones que acarrean estos comicios?”, me he preguntado todo este tiempo para mis adentros.  A mi favor he de decir que me reconfortaba saber que por trabajar el día de las elecciones, tendría derecho a un permiso retribuido de la jornada completa, no teniendo que perder parte de mí sueldo por estar en la mesa. Además había otra cosa más jugosa en juego: el parque de atracciones Port Aventura de Salou prometía accesos gratuitos a los ciudadanos designados miembros de las mesas electorales, unas entradas gratis que, por cierto, todavía estoy esperando.

presidente 23-J Crónica Libre
Ibón Pérez, colaborador de Crónica Libre, presidente de mesa electoral y autor de esta crónica.

6 euros por hora

En una charla previa efectuada el pasado viernes en el ayuntamiento de Lekeitio, dos días antes de las elecciones, se nos comunicó que por el día completo de trabajo hacía con los electores, desde las 8:00 horas hasta que finalizase el escrutinio final del colegio electoral que nos habían asignado, el presidente de mesa- o sea, yo-  y los dos vocales nos llevaríamos 70 miseros euros (en vez de los 65 euros de las elecciones pasadas), cada uno.

Es decir, cobraríamos apenas 6 euros la hora por registrar los nombres y apellidos de cada una de las personas que votarían mediante la comprobación de su DNI, dando constancia de su voto y haciendo un sinfín de tareas más; una limosna en comparación con lo que deben de cobrar los diputados y las diputadas por día trabajado, ¡viva la fiesta de la democracia! Llegué a pensar  que, además de eso, encima tendríamos que dar las gracias por haber sido electos.

 No nos quedó claro si el dinero a percibir nos lo ingresarían en el número de la cuenta corriente – hasta ese momento nadie nos lo había pedido – o si nos lo entregarían en mano en sobres cual Bárcenas, el extesorero del Partido Popular. Tampoco teníamos información de si nos darían algo de picar o qué aunque nos dijeron que nos podríamos ausentar durante 40 o 50 minutos mientras hubiese dos miembros de la mesa, seguramente para comer. Viéndolo así, el 23-J podría ser el día perfecto para empezar una dieta o un plan détox.

presidente 23-J
El presidente y los vocales chequeando que todo esté correcto según marca la ley minutos antes de que comenzara la jornada electoral.

«La responsabilidad titánica que se esconde detrás»

“El aumento del voto por correo en estas elecciones ha sido de récord y puede que acabéis más tarde”, nos advirtieron Jone y las chicas encargadas que nos daban consejos sobre el correcto transcurso de la votación y el recuento final de votos. “¡Viva España!”, exclamé yo (cáptese la ironía). Todo eso sin contar que, al completar el escrutinio, tendría que dejarme la vista firmando tropecientos documentos (vale, es una exageración pero la cantidad de papeles donde había que dejar plasmado nuestro autógrafo, personalmente me parecía excesivo).

“¿Y si la noche previa me pongo enfermo?”, preguntó buscando excusas burlón Oier, presidente en otra mesa electoral. “No caerá esa breva”, contestaron para añadir después un juguetón “no te pongas malo y punto”. En definitiva son los propios ayuntamientos los que sortean las mesas electorales en los pueblos pequeños y la responsabilidad subsidiaria –en parte- cae sobre ellos. “De ahí tanto ahínco y esmero en prepararos”, cuenta una de las responsables, y concluye: “Los que nunca han formado mesa, no sabrán jamás la responsabilidad titánica que se esconde detrás”.

¿Qué vienes a buscar? A ti

Parafraseando en clave cómica y política la célebre canción del Dúo Pimpinela, sin desmerecer el trabajo y el esfuerzo que tuvo que hacer para encontrarme “de todas las formas posibles” por todo el municipio, la encargada del servicio de mensajería del ayuntamiento de Lekeitio me localizó de forma efectiva montada sobre una moto y siguiendo la pista que le había dado Naiara, una prima mía. Tan campante, había acudido a enseñar la playa de Karraspio al amigo mostoleño Victor González y la empleada del consistorio me hizo entrega del temido correo certificado para estar en la mesa electoral del 23-J en el mismo arenal, bajo un calor garrafal.

“Estás cosas en Madrid no pasan”,  comentó mi colega sorprendido.  Acojonado y sin saber todavía lo que contenía el sobre, deduje que se trataría de una multa de la concejalía de medioambiente por darles de comer a los gatos callejeros como acostumbro. No podía estar más equivocado; Mari Carmen venía a darme a conocer mi designación como Presidente de la Mesa electoral.

La buena nueva (por así decirlo) iba acompañada de un manual de instrucciones para conocer cómo se debería de proceder en la mesa. Le invité a tomar un mosto en el hotel Metrokua por llegar hasta a mí y de pronto, al refrescar la garganta, empecé a dudar de mí mismo: “¿Presidente,  yo?, ¿y si cuantifico mal los votos y doy por vencedor a los del lado oscuro?”. Todas eran inseguridades.

Me acompañarían Lorea Revuelta, de primera vocal y Gaizka Argoitia, de segundo vocal. Por su juventud y preparación confiaba en el criterio de ambos para desempeñar bien entre los tres la tarea que se nos había encomendado  por imposición y en misión especial. Estaba en juego la democracia  y poner nuestro granito de arena para que el lunes 24 no nos levantásemos en 1939.

Dicho esto, cabe destacar que si bien habían afirmado llegarían a sacar adelante lo mejor posible la tarea asignada, al no esperar ser elegidos para llevar a cabo su función, uno de los vocales había votado por correo y tenía pensado acudir a las fiestas de las Magdalenas del cercano pueblo de Elantxobe el día anterior al de los comicios y el otro tenía que ir de invitado a una boda. “A qué voy vestido de traje a la mesa electoral….”, nos retó.

¡Te vamos a votar!

Siempre hay cosas curiosas cuando se busca en el anecdotario municipal, o como es el caso, cuando se celebra algún proceso electoral y si bien no va a pasar a los anales de la historia de Lekeitio, me parece reseñable un episodio que he vivido en mi propio Whatsapp, a pocas horas de la apertura de mi colegio electoral.

A uno no le eligen presidente de mesa en las elecciones generales del país todos los días y, al anunciar en un estado de esos que duran 24 horas que el 23-J los lequeitianos me verán pasando lista de presidente frente a las urnas, la madre María Lourdes, una monja de clausura agustina recoleta de 89 años me ha enviado un audio haciéndome saber que votará a mi partido y que “ya irá subiendo, tranquilo”. El mensaje iba acompañado por un emoticono festivo y un “¡Viva Ibon!”. Sin lugar a dudas, la hermana ha pensado que en vez de para presidente de mesa iba para presidente de España.

presidente 23-J Ibón Pérez
Imagen de un monja de agustina recoleta llegando a su mesa electoral antes de ejercer su derecho al voto.

En verdad, con la mayor de las ternuras, desconozco a qué candidato habrán votado las monjas de esta orden pero no me quiero imaginar sus caras cuando no han encontrado mi nombre en las papeletas. Las he visto felices dirigiéndose a su mesa electoral, empujando entre todas la silla de ruedas de la más edad.

Presidente, presidente

Viendo la cantidad de gente que se lanzó a la calle en la jornada de reflexión y teniendo en cuenta que julio es  época de fiestas populares por todas partes, temía que la participación en Lekeitio iba a ser  baja.

La víspera del 23-J por la noche, la gente salió de fiesta como si no hubiese un mañana y, en mi fuero interno, deseé con todas mis fuerzas que la gente no se quedase en la cama al día siguiente pasando la mona, de resaca, y que la celebración se prolongase hasta el domingo por la noche, culminando la juerga con una masiva participación electoral, votando a los partidos que fuesen más justos con los intereses de los ciudadanos y no a los que nos llevasen a épocas pasadas.

Alterné el calor con pesadillas y soñé con Aznar celebrando la victoria del PP en el balcón de Génova años atrás. Por un instante creí verme junto a él, agarrándole de la mano y desperté tembloroso y bañado en un sudor frio. Los nervios del día que estaba a punto de comenzar me jugaron una mala pasada.

El Día D

Tanto el presidente como  los vocales y los suplentes (por si hubiera bajas imprevistas entre los titulares a última hora), nos reuníamos con puntualidad británica a las 08:00 de la mañana frente al colegio electoral. Inevitablemente, mi cuerpo era una eclosión de nervios ante tanta responsabilidad adquirida. Iba a ser una pieza clave para que la ciudadanía se expresase y no les podía desear otra cosa que mucho acierto.

Antes de iniciar las votaciones, teníamos que comprobar que en la sala disponíamos de todo el material necesario para iniciar correctamente la jornada y la lista de las necesidades era larga: teníamos que tener dos urnas, una cabina de votación con su respectiva cortina, sobres, papeletas, el censo de las 1.003 personas que estaban llamadas a votar en la mesa que yo precedía, actas, certificados de votación, plantilla auxiliar, copias del nombramiento de los interventores, sobres y recibos de entrega y otras cosas que ahora se me escapan.

Mejor prevenir que curar. Si no contábamos con alguno de estos elementos, como presidente debía de ser el encargado de avisar a la Junta Electoral de Zona. 1,7 millones de vascos habían sido llamados a las urnas y las inmediaciones de la Casa de Cultura Eusebio Erkiaga, donde la mayoría de los vecinos elegirían a quienes depositarían su confianza para ser su voz en el Congreso, se iban a convertir en un hervidero de actividad en el que unos irían y otros vendrían.

Los más madrugadores, periódico y pan dominical en mano, aguardaban la apertura de puertas con ganas, al igual que los consumidores que esperan con ansias frente al Corte Inglés el pistoletazo de salida para que se levantaran las persianas en tiempos de rebajas para hacerse con gangas. “Tranquila, mujer, tienes tiempo de sobra para votar hasta las 20:00 de la tarde”, le decía una apoderada a una mujer llamada Arantza. “Es que vengo antes para irme a la playa”, le respondía esta con un vestido estampado marinero.

presidente 23-J
Intensa jornada electoral.

Llevo 30 años sin votar”, reconocía Joseba. En las generales del 23-J, ha hecho el esfuerzo porque le preocupa el resultado que pueda arrojar el recuento de votos. “Voy a votar antifascista” , zanjaba por si hubiese algún interrogante. “¿Te imaginas que alguien entre a votar con la camiseta de ´Que te vote Txapote?», me preguntaba un interventor. Desde la Junta Electoral Central se nos había advertido de que acudir a ejercer el derecho al voto con «propaganda electoral de ningún género» no estaba permitido electoral por «prohibición general» y había que estar más que prevenido.

El reloj todavía no había marcado las 12.00 del mediodía y registrábamos que se habían acercado más de doscientas personas a las urnas. Los más despistados escrutaban su tarjeta censal para dar con el aula en la que iban a dar el voto y aun así se equivocaban de sala. “La tuya es la de enfrente”, le indicábamos a una. “La de fulanita la 1.2” dábamos directrices a otro. Como si no hubiesen votado nunca, hubo quien se olvidó las papeletas en casa, pero también quien, despistado, había cogido las de su hijo. “Esperad, ahora vuelvo”, nos indicaban sin darse cuenta que no nos moveríamos de sitio.

No podría hacer una estimación general pero, sin que me tiemble el pulso afirmaría que, de ser sociólogo del Instituto Nacional de Estadística, constataría que el 80% de los electores- si no son más- prescindirían de su DNI en su día a día a juzgar por la cantidad de gente que se dejaba el documento en mis manos para no reclamármelo de vuelta tras comprobar su identidad. “¿No te falta algo?«, les interpelaba con curiosidad, sorna y picardía comprobando que se ponían rojos de la vergüenza que pasaban. “Es que esto impone y es normal que se te vaya la pinza”, reconocía una chica que votaba por primera vez.

A escasos metros de la joven, me enterneció una anciana que se acercó a la mesa emocionada tras dar pequeños pasos que para su avanzada edad podrían resultar kilómetros. Al contrario que la gente a la que le da pereza votar, la mujer (de la familia Davila Piñel), es fija en todos los comicios porque a sus cien años ha pasado de todo y cree que es “un derecho a no perder”.

De vez en cuando los operarios del ayuntamiento nos ofrecían botellines de agua pero, a diferencia de Mendexa, donde les obsequiaron con una exquisita comida, no hubo servicio de catering, bocadillos o piscolabis para los miembros de la mesa electoral. Tenía el estómago cerrado y me conformé con una tapa de tortilla y jamón que me comí en el bar Itxasalde de mi amigo Peio en menos de tres minutos. Los vocales y yo estábamos entregados a nuestro quehacer y, concebimos hacer un descanso de solo 30 minutos.

Las horas se hacían pesadas y la presión era mitigada por las anécdotas que iban sucediendo conforme iba pasando el día. Un elector entró con un marianito y comiéndose un pintxo a la mesa de al lado y en la mía, hubo uno que hizo cola mitigando la espera mientras veía el campeonato de traineras de Castro Urdiales en streaming. “¡Dios!”, gritó para el asombro de todos al ver en la pantalla de su móvil peleándose al patrón de la ´Sotera` con un remero de su mismo club.

También me sorprendió ver a entrar un perro que acompañó a su dueño a introducir las papeletas correspondientes en cada una y me entristeció la mujer que intentó acreditar su identidad con la tarjeta de la sanidad pública. “He salido del ambulatorio, no estoy ni para votar de lo mala que estoy  y te muestro la última tarjeta que he tenido en la mano”, se justificó.

Al verme inmerso en la el auditorio por la gran fiesta de la democracia, a los lequeitianos no se les ocurría otra cosa que interrogarme con un “¿te ha tocado?” Evidente que insinuaba parecerles “una faena” que verdaderamente no pudiese disfrutar del descanso estival. Sorprendidos, me lo repetían una y otra vez creyéndose ingeniosos.

presidente Crónica Libre
Ibón Pérez entregando los resultados de su mesa electoral al juez de paz de Lekeitio (Bizkaia), dando así por concluida su jornada de presidente por sorpresa.

Resultados y participación: ningún voto para Vox

A las 20:00h comenzaba el recuento de lo que se preveía una noche electoral apasionante. Con un “Extra Omnes” o todos fuera, al igual que en un conclave, las personas indispensables vaciábamos las urnas sobre una mesa y contamos los votos de uno en uno. A las 21:20 registré una participación de 72,71 por ciento y un total de 739 votos contabilizados ante Gontzal Piñel, el juez de Paz más joven de la comarca de Lea Artibai.

Bildu estaba en la delantera con un 52,07% de los votos, seguido por el PNV, que conseguía un 35,57%. El PSOE había ganado 102 votos más respecto a las anteriores elecciones. Además hubo vecinos que también se animaron a votar a Sumar, un logro teniendo en cuenta que el pueblo es soberanista y nacionalista en su mayoría.

Nos habíamos apostado pagar una ronda de tragos si haciendo el escrutinio final nos salía alguna papeleta del partido de Santiago Abascal. El que lo encontrase pasaría de ser afortunado a ser vilipendiado, convirtiéndose en el hazmerreír del grupo. En mi mesa, por lo menos, no hubo ningún votante de VOX (en todo el pueblo, únicamente 10 personas) y eso para mí era un triunfo. El pueblo había decidido.

De tanto levantarme y sentarme, acabé con dolor de espalda y dolor de riñones pero le experiencia mereció la pena. ¿Sabéis de algún fisio bueno? Fue un día emocionante que tendría que vivir cada español al menos una vez en su vida (eso, si la suerte le permite ser presidente).

Vaciados los sobres y contadas las papeletas, no me dejo de acordarme de la enorme cantidad de papel que terminó en bolsas de basura.  La tecnología ha avanzado mucho, ¿de verdad no hay otra forma más ecológica, barata y sostenible para someter a voto la decisión de todo un país?

Ibon Pérez

Periodista. @ibonpereztv