El exdiputado en las Cortes y economista, Ramón Tamames en una cumbre de criogenización el pasado noviembre en Madrid. Ricardo Rubio / Europa Press
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Ramon Tamames y el elitismo de los viejos y nuevos partidos

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Hay noticias que provocan una aparatosa obstrucción de la vía aérea. Si esto coincide con el desayuno, puede resultar peligroso. Si se añade algún tipo de noticia esperpéntica, puede provocar algún peligro mayor. Que Ramón Tamames sea el candidato de Vox debía de ser algo que internamente en VOX era visto como una jugada maestra, sorpresiva y digna de atragantamiento: un intelectual originariamente de izquierdas, luego de centro derecha, que pasa a ser el emblema de VOX.

No calculaban en el partido que mucha gente atisbaba ya una trayectoria inequívoca como la hecha por Losantos, que rige el movimiento de determinados referentes políticos, principalmente de partidos emergentes: no creer en la democracia, sino en una élite cultivada que reconduzca el país. Elitismo asumido públicamente por Tamames, y que se sustenta en la denuncia de un “Gobierno mediocre” que tendría aborregada a la ciudadanía.

Tamames se hizo del PCE por su papel en la transición

Esta forma de elitismo yo la defino como “integrismo oligárquico”. Este se caracterizaría, en primer lugar, porque sus defensores creen que siempre hay una mayoría que es dominada por una élite reducida, como propugnaron autores como Vilfredo Pareto o Gaetano Mosca a principios de siglo XX. No sólo lo creen, sino que piensan que refleja la mejor forma gobierno, la de unos pocos privilegiados con dotes intelectuales y de mando, pues la representación y la democracia, cuanto más alejada del pueblo esté, mejor. En consecuencia, su principal discurso se sustenta en una crítica no a la oligarquía como sistema, sino a la oligarquía como bloque cerrado. De ahí que su principal demanda sea querer pertenecer a ella, no acabar con ella.
Como decía Tamames, él se hizo del PCE por su papel en la transición como actor de referencia para pactar con el fascismo la transición, es decir, por la postura de “reconcilición nacional” de Carrillo, cuya culminación debía ser un Gobierno de coalición, el destino final de estos políticos.

La mayoría de los que profesan estas ideas pertenecen a las viejas clases medias. Hijos de profesionales cualificados, con ambiciones políticas insatisfechas, cuyo protagonista termina por encarnar el papel de Prometeo desencadenado. Tamames lo quiso interpretar varias veces: en la transición, como diputado con el PCE, después en IU, y finalmente recalando en CDU, donde terminó su carrera política.

Su máxima ambición es cuota de poder en un reducido club

Es destacable, además, cómo estos empiezan por criticar a la oligarquía para terminar junto a ella. Es por ello por lo que son fácilmente identificables inicialmente como los más acérrimos enemigos de la misma. Por envidia, no por otra cosa. Así pues, los nuevos partidos compartirían, en mayor o menor grado, esta cualidad. La crítica a la oligarquía, no por su existencia, sino por su impermeabilidad. De ahí que su máxima ambición sean cuotas de poder en el reducido club del poder en España, y nunca su reforma democrática, es decir, que la población tenga más medios para acceder a la toma de decisiones.

Es significativo que uno de los emblemas académicos y políticos de Ramón Tamames fuese un trabajo sobre la oligarquía financiera en España, y de cómo un reducido “núcleo de poder” identificado con los principales banqueros del país, controlaba la mayoría del poder económico. Un estudio muy importante que podría haber servido en la transición para democratizar el campo económico, dominado durante décadas por una élite funcionarial que controlaba la industria pública y unas familias propietarias de los principales bancos. Algo que fue completamente evitado, y más aún, su poder fue ampliado durante los pactos de la Moncloa, con una profunda revisión salarial, y posteriormente y hasta hoy, manteniendo a esas grandes familias en la cúspide del poder financiero en España.

Vox utilizará la baza de la democracia junto a Tamames

No nos olvidemos que las cajas de ahorros han desaparecido con la aquiescencia de todos los partidos existentes, y los mayores bancos son, junto al ya banco Caixabank, los que dominaron durante décadas casi toda la industria española.

Por último, es significativo que estos utilicen la crítica a la oligarquía como reclamo electoral. Estos saben que la principal demanda histórica en el país es la democrática. Vox utilizará esta baza junto a Tamames: criticar que son unos pocos los que rigen nuestro destino, y pugnar por la democracia. De ahí que utilicen falsariamente la figura del referéndum, de las elecciones, con el único fin de aparecer como el gran liberador, el Prometeo que rompa las cadenas de un poder excesivo. Joaquín Costa, autor de Oligarquía y caciquismo y referente del regeneracionismo en España, hablaba de poner una doble llave al sepulcro del Cid campeador, referente de Abascal, para acabar con la corrupción de los partidos y favorecer la modernización de España.

Del Cid Campeador a Primo de Rivera

Es paradójico que esas cadenas sean finalmente para encerrar en el sepulcro a Joaquín Costa y el tradicional regeneracionismo hegemónico en España que siempre ha propugnado por la crítica a la oligarquía para democratizar la vida política y económica en España, y en cambio, sea liberado al Cid Campeador y el falsario ideal de un salvador de nuestras esencias, que terminará por cerrar el ciclo de demandas de democratización iniciado en 2011.

Cuidado con estos movimientos, que llevaron a interpretar al dictador Primo de Rivera la figura del “cirujano de hierro” teorizada por Costa, de buscar a aquel que “conozca bien la anatomía del pueblo español y sienta por él una compasión infinita”, una cualidad incompatible con aquellos que pretenden ahora encarnar su papel y que ha llevado a la historia de España a sus callejones más oscuros.