entretenimiento pedro sánchez el hormiguero
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha acudido esta semana al programa de entretenimiento 'El hormiguero' de Antena 3.

Bajo la coartada de la frivolidad, los programas televisivos de entretenimiento adoptan contenidos ideológicos

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Sin programas de debate político plural y riguroso en la parrilla actual, la estrategia ideológica en los medios toma los programas de entretenimiento. Desde El Hormiguero a Sálvame o Masterchef, aprovechan su máxima audiencia y el relajamiento mental de sus espectadores para hacer política sin derecho a réplica ni profundidad.

Hubo un tiempo en que los medios diferenciaban sin problema lo que era información de lo que era opinión, lo que era entretenimiento de lo que era profundidad, lo que era humor de lo que era serio. Eso permitía a las audiencias estar preparados para lo que se iban a encontrar. Si era un contenido informativo sabían que no habría ninguna opinión del autor, si era un programa de entretenimiento podían bajar su capacidad de reflexión y de crítica porque todo iba a ser superficial, y si era de humor, asumían que la ironía y la ficción sería la tónica.

Difuminando las fronteras

Esa preparación de los ciudadanos sobre el tipo de contenido que se iban a encontrar les hacía menos vulnerables a la manipulación. Pero con el tiempo los medios fueron difuminando las fronteras para poder pillar desprevenidas a las audiencias. Así, bajo la apariencia de un formato informativo deslizaban intencionalidad y opinión, y en un artículo de opinión incorporaban humor para que el lector se relajara y fuera más fácil cautivarle.

Lo último que estamos viendo es que programas que se proyectaron como de mero entretenimiento han terminado asumiendo un importante protagonismo político. El objetivo es poder enviar mensajes ideológicos a la audiencia masiva de esos programas, que ha bajado la guardia porque se sentó a no pensar y que, en gran proporción, no tiene una formación política previa ni un gran conocimiento de la actualidad para analizar de forma crítica los mensajes.

El Hormiguero

Es lo que hemos comprobado la semana pasada en El Hormiguero. Es verdad que alguna vez tuvo como invitado a algún político, pero su contenido en general suele ser famosillos, curiosidades y unas hormigas que hablan. Sin embargo, la semana pasada protagonizaron las dos entrevistas estrella los dos principales candidatos presidenciales, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, y todo con gran expectación previa y repercusión posterior.

No olvidemos que El Hormiguero lo ven casi 2,3 millones de espectadores. El programa de Antena 3 es el más visto de toda la televisión española y tiene una audiencia muy fiel y estable que se mueve entre el 15% y 18% de cuota de pantalla. Pablo Motos ha ido acentuando su carga ideológica, siempre con la coartada de ser un programa de entretenimiento. Así lo señalaba en un tuit el director de Comunicación del PSOE, Ión Antolín Llorente: “Y las hormigas graciosas se transformaron en escorpiones. De cómo un programa familiar, terminó en un magma de trumpismo en prime time”.

Sálvame

Anteriormente comprobamos cómo el debate se situaba en torno a Sálvame, otro programa frívolo de entretenimiento que, oh sorpresa, parece que se suspendía porque estaba demasiado escorado hacia la izquierda por los comentarios de su presentador. En Sálvame se comentaba la actualidad del mundo del corazón y de los personajes más populares del país con un equipo de colaboradores. Jorge Javier Vázquez, su presentador, habían trufado un programa del corazón de algunos comentarios o guiños a la izquierda. “Este programa es de rojos y maricones”, llegó a afirmar en una ocasión al hilo de… la infidelidad de un periodista. Al fin y al cabo se trata de un programa de cotilleo.

Masterchef

También sucedió en Masterchef, donde el jurado comenzó a deslizar opiniones políticas durante la pandemia, criticando el cierre de la hostelería. Además del mensaje en una televisión pública que propugna el autosacrificio, la genuflexión y la competitividad como camino de aprendizaje, son frecuentes los comentarios de los presentadores justificando las jornadas maratonianas de trabajo en la hostelería.

En otra ocasión llevaron como concursante al cantante cubano Yotuel Romero, residente en Miami y activista contra el gobierno de Cuba, que se presentó como recién llegado de un viaje a Washington, donde fue “a ver a Joe Biden y contarle qué está sucediendo en Cuba”. Tras lo cual, casi a punto de llorar, emocionado, señalaba que «en Cuba ha habido un acontecimiento bastante difícil y duro, con el pueblo cubano». Empezó a relatar las manifestaciones contra el gobierno bajo una consigna que él mismo había creado con una canción. Todo ello en horario de máxima audiencia, con el aplauso del público y sin réplica por parte de nadie… en un programa de cocina.

Ideología en la cocina

“¿Son los ‘realities’ de cocina propaganda política? Los programas de cocina como ‘MasterChef’ o ‘Pesadilla en la cocina’ no son tan inocentes como parecen, y destilan un sutil pero potente mensaje ideológico conservador”, llegó a publicarse en el diario El País.

La ciudadanía ha ido huyendo de los programa políticos e ideológicos, incluso de los informativos, y no es verdad que los medios se conformen con conseguir muchas audiencias y hacer caja, también quieren influir ideológicamente. Por eso han decidido convertir programas banales de cotilleo, de cocina o cualquier otro entretenimiento en nuevas formas de propaganda política.

Aprovechar las máximas audiencias

La operación es perfecta: No tienen que ser plurales, no requiere profundidad de análisis y, como hemos señalado al principio, cuentan con una masiva audiencia que se ha conectado con las defensas intelectuales bajas dispuestos solo a pasar el rato.

Mientras han desaparecido los programas serios de análisis y debate político, y disminuye la profundidad de los informativos, la ideología nos la meten por la vía del entretenimiento. Siempre refinando los métodos de manipulación.

Pascual Serrano

Pascual Serrano es periodista. Crítico con la prensa tradicional, en 1996 fundó la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org). Su denuncia a los métodos de información de los grandes medios tradicionales se ha reflejado en libros como Desinformación (2009), o La prensa ha muerto: ¡viva la prensa! (2014). Otros libros publicados son Traficantes de información (2012), Medios democráticos (2016) y Paren las rotativas (2019).
Ha sido colaborador de Público, Eldiario.es y Sputnik.
En 2019 recibió el Premio de Periodismo de Derechos Humanos que anualmente concede la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE). En la actualidad dirige en Akal la colección A Fondo y colabora con varios medios, como Le Monde Diplomatique y Mundo Obrero.
Su último libro es Prohibido dudar. "Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo" (Akal).