Raquel y Ana Orantes

“Los maltratadores nos dejan huérfanos de madre y de vida”

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Han pasado 25 años desde el vil asesinato de Ana Orantes a manos de quien la maltrató durante 40 años a ella, así como a sus hijos e hijas. Esta pequeña gran mujer cambió el rumbo de un país que trataba los malos tratos como esas cosas normales que pasaban en casa y ahí debían quedar. Su testimonio en Canal Sur sirvió para nombrar la verdad de la desigualdad más silenciada. Lo pagó muy caro. EL 17 de diciembre su victimario acabó con su vida.

Desde entonces la vida de Raquel Orantes, una de sus hijas, sigue varada en la falta de quien más quería y de quien aprendió a ser la mujer luchadora que es hoy. “El tiempo lejos de hacer fácil su ausencia se hace más cuesta arriba porque parece que nada ha cambiado. Duele mucho ver el repunte horroroso de la violencia contra las mujeres”, explica. Un dolor que se hace aún más profundo “por la violencia vicaria que no para de crecer y que a nadie parece importar”.

Y es que para esta superviviente si bien la figura de su madre “no para de hacerse cada vez más grande y de ser puesta en valor por la sociedad”, se empaña con una realidad marcada por el aumento del machismo. “Vivimos una época muy complicada. Me gustaría no ser tan pesimista pero lejos de avanzar hemos retrocedido a niveles que no esperábamos ver. Hoy los maltratadores están haciéndose fuertes porque la sociedad mira a otro lado”, dice al teléfono. Una negra realidad en la que precisamente “el valor, la importancia y la voz de mi madre, se hace más necesaria si cabe”.

Por eso Raquel Orantes mira de frente a ese mundo indolente que lejos de cuidarse y educarse en la igualdad, permite una mordaza maltratadora. “Si bien es cierto que tenemos más acceso a la información y que el maltrato ya no queda como antes, en casa de puertas para adentro, ahora hemos pasado a ver un control en el que el discurso del maltratador en la adolescencia es cada vez más fuerte. El aislamiento social que provocaba el maltratador para que la mujer quedara en su casa sola y sin red se ha transformado en un dominio social hacía chicas cada vez más jóvenes que son sometidas y sufren violencia con el contenido de la televisión, la música, el cine a través de la venta del amor romántico”.

Lo que no se ve, pero te marca

Una estrategia que permite que el maltrato psicológico siga pasando desapercibido socialmente. “No es tan llamativo como el golpe que se ve, pero justamente esa violencia que no se palpa es el antecedente al puñetazo y la paliza y hace mucha más mella porque te vulnera, crea dependencia y destruye tu autoestima. Antes de la primera bofetada como contaba mi madre en su día en el programa de televisión siempre hay un proceso de menosprecio, de hacerte de menos. Ella pensaba que no sabía hablar o que era tonta porque era lo que escuchaba cada día de su vida”, subraya.

Un menosprecio que Raquel Orantes cree que se reinventa de dos formas. “La primera es que se ha pasado de llamar a las mujeres tontas para nombrarlas putas. Para ellos el valor es cuantas más mejor y para ellas todo lo contrario”. En cuanto a la segunda manera de maltratar “que se ha multiplicado como nunca” es a través de dañar a la infancia en los puntos de encuentro. “Cada día me llegan nuevos casos donde los niños y las niñas son obligados a ver a sus maltratadores en estos lugares. Veinticinco años después del asesinado de mi madre padre y maltratador siguen siendo sinónimos”. Una tortura que para ella tiene a unos cómplices necesarios: “los jueces que otorgan esas sentencias y las personas que trabajan en estos puntos negros son quienes permiten y perpetúan estas situaciones de violencia contra menores de edad”.

Una injusticia que Raquel revierte pensando en lo positivo. “Me gusta quedarme con el lado bueno de la vida para poder seguir luchando contra todo ello porque también esa era la forma de ser de mi madre. Por eso guardo como oro en paño el cariño y la admiración de la gente por ella. Me ayuda mucho trabajar con asociaciones contra la violencia machista y sobre todo seguir haciendo entrevistas. Ser y sentir el legado de mi madre es lo que me sigue dando fuerzas”, subraya.

Raquel además habla de una red protectora que nunca falla a quienes son maltratadas.  “Es la de las mujeres que salvan a otras mujeres y a sus hijas e hijos”. Una trama con la que se llevan mejor los envites de las resoluciones judiciales que lejos de pensar en el daño que causan hacen que se interpreten las leyes más en favor del maltratador que otra cosa”, reafirma.

“Necesitamos leyes más duras. Los maltratadores tienen que ver que no les sale gratis su maltrato. La cadena perpetua es imposible que exista, pero ellos tienen que sentir que el sistema funciona a través del miedo a una condena dura”. Además, Raquel apunta a otro lugar para que cambien las cosas. “Si a alguno de los políticos les tocaran a su hija o su nieta, quizá ese sería el impulso para que todo esto cambiara”, reconoce. 

Mientras nada de esto pase ella tendrá que seguir apagando la tele con cada nuevo caso que se suma al contador de la violencia machista. “Lo hago porque reconozco a mi madre en cada uno de ellos. Tengo imágenes tan clavadas de lo que vivimos en casa que no me las puedo quitar de encima”.

¿Con todo el tiempo pasado se sigue sin querer ver la verdad de la violencia contra las mujeres?

Por desgracia es así. Ahora que por las fechas se están haciendo muchos homenajes y actos por mi madre echamos la vista atrás para buscar los titulares de la época y las imágenes y lo que veíamos y sentíamos como sus hijos sigue pasando hoy igual. Las imágenes morbosas en los medios de comunicación y la falta de sensibilidad en general siguen dándose. Lo mismo que con los vecinos a los que los medios siguen preguntando cuando se produce un asesinato. Unos vecinos que hasta que ha pasado el triste desenlace solo han mirado a otro lado.

¿En qué se parece el vecindario actual al que os rodeaba en su día?

En la visión distorsionada que tienen de la realidad y de lo que significa ser víctima de la violencia machista. Durante los años en que mi madre y nosotros fuimos maltratados para los vecinos y las vecinas él era un ser maravilloso, el gran trabajador y el enamorado que iba de la mano de ella. Como decía mi abuelo materno él era candil de puerta ajena, pero pura oscuridad con su familia.

No veían, sin embargo, la verdad de quien nos encerraba y no nos dejaba relacionarnos con nadie. Cuando en su día mi hermano fue a denunciar los malos tratos no les hicieron ni caso. Cuando había denuncias las penas que se imponían eran arrestos domiciliarios con el maltratador. En aquel entonces España era un país permisivo con el maltrato. Existían los crímenes pasionales y la bofetada estaba bien vista. Era algo normal.

¿Cómo te encuentras ahora pasado todo este tiempo?

Tanto yo como mis hermanos nos hemos reconstruido entre nosotros con el cariño y el amor que nos tenemos y el de las amistades cercanas. Sin embargo, algo tan básico como la ayuda psicológica no estuvo ni se dio nunca. La herida que nos dejó el asesinato de mi madre jamás se cura. Por eso busco ese consuelo a través de la lucha contra el maltrato y su memoria. Quiero que su legado continúe para siempre. Eso es lo que me hace más fuerte. Me mantiene viva recordarla y seguir luchando.

Mi madre era nuestro referente. El día que sucedió todo perdimos la brújula que nos guiaba en todo. Nos quedamos sin el hogar. Cada vez que escucho o veo una noticia de una mujer asesinada delante de sus hijos se me llena el cuerpo de escalofríos. Me estremezco y me lleno de rabia porque no entiendo tanta barbarie, tanto hacer tanto daño tan miserable. Los maltratadores nos dejan huérfanos de madre y de vida.

No soy persona funcional. Toda mi vida viví en una coraza y después del asesinato la desconfianza se adueñó de mí. Jamás terminas de confiar en nadie. Es muy complicado tener relaciones con amistades. No dejas entrar en tu vida a cualquiera porque siempre estás con el temor de que quiera hacerte daño.

¿Cuál es el mensaje que mandas a la sociedad?

El mensaje que mando es el mismo que mandó mi madre Ana Orantes en su día. Ella dijo en el programa que las mujeres tienen el derecho de denunciar y a ser acompañadas por la sociedad en el proceso en lugar de ser cuestionadas. Todavía nos enfrentamos a ese cuestionamiento social del porqué no sacamos a mi madre de dónde estaba.  Cuando todo es cuestionado y nada es comprendido, volvemos a desamparar y dejar a solas a quienes más ayudan necesitan.

¿Y tu mayor deseo?

Solo deseo que la voz de Ana Orantes siga viva, se oiga siempre y traspase el tiempo. Moriremos todos los hijos, pero ella y lo que significó para este país y para miles de mujeres, ha de seguir vivo. Aunque tengamos que luchar como salmones contra corriente tenemos que seguir denunciando y luchando contra esta violencia que no cesa.

Nuria Coronado

Periodista, conferenciante, formadora en comunicación no sexista y organizadora de eventos. Coautora de Lolita contra el lobo y autora de Mujeres de Frente, Hombres por la Igualdad, Comunicar en Igualdad y
documentalista de Amelia, historia de una lucha.