Este lunes 10 de julio podremos seguir el único debate pre electoral al que ha dado su venia Feijóo. Sin pinganillo y en Atresmedia. El único cara a cara se acerca y los candidatos se preparan para dar el espectáculo más convincente. Los pactos sobre la mesa y las razones sin apuntadores. Feijóo ha tenido seis debates de entrenamiento en el Senado contra Sánchez, un calentamiento perfecto para hacerse cargo de la que le viene encima con un presidente en funciones que no se despeina ni ante el fuego enemigo.
Sánchez llevaba cuatro años sin muchas ganas de exhibirse en los medios, pero a juzgar por el resultado de su gira in extremis, bien podría haber empezado antes. La gira bien podría haber durado cuatro años. Es cierto que bastante ha tenido con gobernar en un escenario cercano a lo distópico, pero si alguien pensaba que le iban a temblar las piernas, que lo piense dos veces.
Todo empezó a agitarse cuando el 20 de junio un sonriente Pedro Sánchez entró en el plató de El Intermedio. Así nos enteramos de sus gustos en ropa interior y de que prefería que le llamaran Bizcochito a Falconeti. Poca sorpresa. Era la antesala de una ristra de entrevistas en aguas bastante más pantanosas.
Le siguió Carlos Alsina, que sin titubear le preguntó: «presidente, ¿Por qué nos ha mentido tanto?» Sánchez no cambió el gesto, pero algo hizo click en su cabeza, y captó la lección al vuelo. Desde entonces no se ha cansado de repetirla. «Yo no he mentido, he cambiado de opinión». Con Jordi Évole, un poco más de lo mismo, alguna pregunta incómoda, y un paseo por la memoria de aquella otra entrevista similar que le devolvería a la Secretaría General de su partido, y de paso a La Moncloa.
Zapatero impagable
Con Aimar Bretos tuvo una charla profunda en la que pudo sacar pecho de sus muchas conquistas, y con Pablo Motos, las dos orejas y el rabo. No es fácil entrevistar a un personaje tan correoso como deportista. Hay que hacer los deberes. Así hasta que llegó el momento más comentado. La entrevista con Ana Rosa Quintana. La reina de las mañanas tiró de argumentario tertuliano, pero no tuvo más remedio que terminar dándole la razón en varios puntos, para finalmente declarar que tanta entrevista le había cansado. Se ha escapado a Ibiza en plena recta final de la campaña.
Sánchez se ha dado tal baño de multitudes mediáticas que esta semana estará en el podcast favorito de la Generación Z: La Pija y la Quinqui. Un enclave formidable para captar voto joven. Sánchez se lo ha pasado en grande.
En paralelo Zapatero se convertía en el mejor cruzado socialista posible. El amigo del héroe que todos querríamos tener. El que primero pilló el tono de la campaña y el que sigue remachando con talante de estrella las ideas de su líder. Impagable.
Un viaje en el tiempo
De momento, los pactos PP- Vox han dejado claro que sí podemos viajar en el tempo. Tras una semana negra para la cultura, donde se ha censurado una obra de Virginia Woolf, poco sospechosa de ser sanchista, y una película de Disney en la que dos mujeres se besaban, no cuesta mucho imaginar los derroteros que tomará este país si gana el bloque de la derecha de toda la vida.
Vox, que pretende repetir la jugada municipal y autonómica a nivel nacional ya no esconde ni una de sus cartas, es más, saca pecho con ellas. Lo han enseñado todo menos sus fuentes de financiación. No existe el cambio climático, no hacen ya falta ni aquellas prometidas macetas de Isabel Ayuso, con negarlo basta. ¿Qué hace calor? Un abanico y a bailar.
Los concejales se suben el sueldo. Tanto se lo han subido entre todos, que, si hubieran querido, se podrían haber dado un par de vueltas en el Falcón. Porque lo valen. Todo vale con tal de retroceder en el tiempo. Y aunque la violencia de género no existe, el fin de semana ha sido trágico, con dos mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Por si alguien sigue empeñado en llamarlo de otra manera.
El debate de los pactos. Los amigos de tus amigos no son mis amigos
Las encuestas bailan, y a pesar del taconeo, siguen dando ventaja al bloque PP- Vox. El PSOE sigue recortando distancias, pero no lo suficiente, y a pesar de la activa campaña de SUMAR, los de Yolanda Díaz no consiguen ser tercera fuerza, posición clave para poder gobernar. A dos semanas de las elecciones, todo puede pasar. El debate de hoy puede ser decisivo.
La más obvia, que todos están condenados a pactar. Y alrededor de esos pactos precisamente, va a girar el único cara a cara de las elecciones del 23-J. Este lunes los indecisos y los moderados tienen una cita clave en el debate ‘cara a cara’. Feijóo, por fin, se decide a debatir. Ha puesto tantos peros, que no queda más remedio que pensar que no le gusta mucho el tema. Ha debido tener suficiente con los seis debates en el Senado, antesala del sopapo que le puede dar Sánchez si no se pone las pilas. Así que, finalmente será en Atresmedia, donde por lo que sea, parece sentirse más seguro.
No llevará pinganillo, ni podrá debatir en su versión preferida, que es consigo mismo, así que atentos al dato porque a falta de programa, tirará de lo de siempre, de las amistades peligrosas del sanchismo. Lo que sea que entienda él por tal concepto. Para hablar de pactos tendrán 23 minutos, tras la pausa publicitaria, y en ese momento, podrán consultar con sus asesores, Óscar López para Sánchez, Marta Varela para Feijóo.
Tras 40 minutos hablando de política y economía, llega el asunto de quiénes son tus amigos. Feijóo planteará la ruptura de España de la mano de un PSOE dispuesto a gobernar con filoetarras, Sánchez, confirmará que España no está rota, y que su intención es avanzar en derechos sociales, no retroceder en ellos, como están demostrando los pactos PPVOX.
Debate, debate, debate… Eso sí, con buen tono, ni muy sobrado, ni muy en la parra. La defensa de los pactos decidirá buena parte de los resultados. Como imaginarán, la tensión es máxima. Como aperitivo, Sánchez ha sentenciado rotundo en el diario.es: “No está en juego la alternancia, sino la democracia”.
Hace tiempo que sabemos que las elecciones del 23-JJ tienen poco que ver con los programas. Uno está claro, y el otro también. Tienen que ver con retroceder o avanzar. Y en cada verbo nos jugamos un estilo de vida.
